La actual
Iglesia de
Salas de Bureba está edificada sobre la primitiva Iglesia
románica, que según se lee en los libros de visitas del 1610, estaba en lamentable estado de conservación. Es un
edificio neoclásico, todo él de
piedra, tres
ábsides, y amplia y única nave de factura armoniosa.
Su
escudo de armas aparece colocado en el muro exterior de la Iglesia. Las obras según consta sobre la
puerta de entrada al templo concluyeron en el año 1779.
Las
casas solariegas que subsisten no alcanzan a tener un nacimiento más allá del siglo XVII. Siguen, eso sí, dando con sus
escudos tono y fe de hidalguía a la villa. Esa edificación civil, junto con la dicha religiosa, forma un conjunto arquitectónico que obliga moralmente a los habitantes a respetarlo y protegerlo de posibles derribos inconfesables, porque lo
artístico, lo
monumental, es patrimonio espiritual de la población.
Las dos casas solariegas que parecen más antiguas son la que fue de los Peña o Fernández Peña y la de los Quintano. La primera se alza en la parte baja de la villa, tiene en la cornisa de la
fachada una rotulación en gran parte borrada pero en la que aún se lee “ALEXO (apellido ilegible) ME DEFICA 1689” y en tres
piedras de la misma fachada, “PE-NA”. La de los Quintano se halla en la parte alta del
pueblo, exenta por sus cuatro costados y dominando el
caserío, en el inicio del
camino que conduce al destruido
convento de
San Bernardino y frente a la plazuela que perteneció a la misma
casa, vulgarmente conocida por “Casona” o “Casa del
Caño”, por el existente en dicha plazuela y cuya
agua discurre por debajo del edificio.
A la vista de la anterior y a la entrada del citado
Barrio, también aislada, hay una buena casa de tres plantas, cuadrada, de piedra, que tuvo unos bajos
soportales en la fachada, hoy cegados por posteriores dueños que realizaron también otras desgraciadas obras divisorias en el interior. Otra buena casa de noble piedra de sillería, pero sin
blasón, sita en esta parte alta del pueblo, es la que en el día es propiedad de los hermanos Doña Nélida y Don Claudio Sáiz González, ex alcalde de la Villa. Su situación aislada y porte señorial proclaman haber sido solariega, resultando extraño que la hermosa fachada, con su
balcón voladizo, no tenga el oportuno escudo de armas. Surge la sospecha de haberlo podido tener en la trasera del inmueble o en una parte lateral que acusan la realización de obras de reedificación.
Por lo demás se mantiene en su condición original. Aún hay dos casas armeras más, bien cercanas. La primera choca por ser lo contrario de la anterior. Atribuida a la
familia Gómez Soto, tiene en su fachada un buen escudo, con imperiosa águila bicéfala flanqueada de calderas, en el primero de los cuarteles, pero en cambio tal fachada y el resto de la casa carece de lo que tuviera de solariega al modernizarse.
La segunda es una muy modesta casa de algún modesto hidalgo, que se codea con otras vulgares en la calleja que precede al
arco de entrada a la
plaza del
Ayuntamiento, por este su lado. Tiene el valor, eso sí, de conservarse tal cual fue en su origen sin pretensiones. Debió ser de la familia Guilarte o Guitarte a juzgar por la semejanza entre las armas de su escudo, bandas y una estrella solitaria, y las que se ven en uno de los escuditos, a
color, que adornan un también modesto
altar de la Iglesia en el rótulo reza ser donación de Don Esteban Guilarte de Bustamante, personaje que fue Comisario del
Santo Oficio y Presbítero beneficiado de Salas, donde nació en 1617.
Solo nos resta por recoger en esta enumeración, dos casas blasonadas, las dos de un mismo linaje, el de Gallo, las dos con iguales armas en sus escudos. La más antigua, de peor
arquitectura y conservación, se halla en la parte alta del caserío. La segunda, más moderna, posiblemente de finales del siglo XVII o comienzos del XVIII, se alza en la parte baja, a la salida por la
carretera de Poza, y es hoy de dos
familias, la de González y la de Villacián, que la tienen dividida interiormente. Es de hermoso exterior, aislada, piedra de sillería y monumental escudo, con dos leones tenantes y las armas del linaje Gallo. Y por supuesto, mención especial merece, un edificio aledaño a la iglesia conocido como “La Rectoral” o “Casa del Cura”. Un abad, el licenciado Don Andrés del
Castillo Pesquera, la mando construir al doblar el siglo XVI. Aunque ha sufrido diversas modificaciones en su interior, su exterior todavía conserva su bello porte. Este
claustro inconcluso con sus arranques queriendo ser continuados, con los vanos pegados. Un escudo situado en la
escalera la fecha en 1603.