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Milagro del Solsticio, SAN JUAN DE ORTEGA

EL MILAGRO DE LA LUZ EQUINOCCIAL
Dos veces al año en San Juan de Ortega, un rayo de sol ilumina el capitel de la Anunciación

Sucede dos veces cada año, pero no por eso deja de ser un milagro. Es el rayo divino que viene a colarse por una de las ventanas de templo de San Juan de Ortega para pasearse durante ocho minutos a lo largo del capitel de la Anunciación, un prodigio de iconografía que luce sus ocho minutos de gloria cada seis meses.

Este fenómeno, perfectamente calculado por un alma sensible y grande, tiene lugar justo en cada uno de los dos equinoccios del año. Vale recordar que, según la enciclopedia, equinoccio es cada uno de los dos momentos del año en que por hallarse el Sol sobre el Ecuador, los días son iguales a las noches en toda la Tierra. Se verifica anualmente entre el 20 y el 21 de marzo y el 22 y 23 de septiembre. Por eso el 21 de marzo hay fiesta sobre el capitel de San Juan: llega la luz. La hora de la cita no podía ser más torera: a las cinco en punto de la tarde. Eso sí, hora solar. El alma sensible que puso en marcha este espectáculo cíclico no dejó ningún cabo suelto. De todas formas, a quien ande pillado en ese preciso momento le agradará saber que algo del fenómeno se aprecia también durante los dos días anteriores y posteriores a esas fechas.

Y cuando llega la cita todo resulta perfecto. Es como estar ante un reloj de sol que sólo contará los meses y ésta fuera su campanada de fin de año. Es entonces cuando un delgado rayo de luz consigue penetrar por la pared occidental del templo a través de una ventana ojival. Al parecer, la ventana fue realizada con posterioridad al resto de la construcción románica, pero no se descarta que ya existiera otra con anterioridad.

Entonces, con la inclinación y el grosor justo y medido, el foco divino comienza a iluminar el capitel. Primero, la Virgen y San Gabriel. Como argumento que justifica que capitel, ventana y equinoccio fueron puestos en conjunción desde el principio, se esgrime el hecho curioso de que ambas figuras miran hacia la luz. Después el rayo pasa sobre la escena en que María mantiene sus manos sobre el vientre, sintiendo la vida en su interior. La luz continúa su camino para iluminar el tercer acto: un arcángel toca la cabeza de san José. Por detrás, cobra vida la escena del Nacimiento, a la que la luz pega de refilón para sacarla de las tinieblas. Fin del milagro.

San Juan de Ortega, el hombre, nació en el pueblo burgalés de Quintanaortuño hacia el año 1080. De cuna noble, optó desde niño por seguir los pasos de Santo Domingo de la Calzada. Con él aprende el arte de la edificación hasta llegar a convertirse en el arquitecto más famoso de Castilla.

Después de ser ordenado sacerdote, a principios del siglo XII, y peregrinar a Tierra Santa, regresa a la comarca de los Montes de Oca con la intención de entregarse a la tarea de proteger y servir a los peregrinos. Tras ganarse la amistad de Alfonso VII y obtener el Realengo de los Montes de Oca comienza, en 1152, la construcción del monasterio.

El conjunto monacal, monasterio y dos templos, tiene mérito sobrado como para visitarlo en cualquier época del año. Excepcional es el baldaquino que se levanta en medio del templo, con relieves de la vida del santo y una estatua yacente de san Juan de Ortega, de alabastro, relacionada con el arte de Gil de Siloé.