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Desfiladero de Rucios, SAN MARTIN DE UBIERNA

A muy pocos kilómetros al norte de la ciudad de Burgos y en las últimas y más meridionales estribaciones de la Cordillera Cantábrica se abre el estrecho y serpenteante desfiladero abierto por el modesto arroyo de Rucios.

La importancia de los afloramientos calizos que se alzan frente a Ubierna radica en que constituyen el límite meridional de las estructuras morfológicas vinculadas a la Cordillera Cantábrica. En este auténtico murallón rocoso se han abierto paso varios ríos y arroyos dando forma a estrechos, serpenteantes y espectaculares desfiladeros. Entre todos destaca, en las inmediaciones de San Martín de Ubierna, el del arroyo de Rucios que tiene sus fuentes en los páramos que rodean el pequeño pueblo de Castrillo de Rucios. A diferencia de los otros dos desfiladeros de la zona, el de Ubierna y el de Peñahorada, que desde siempre han sido utilizados como estratégicas vías de comunicación entre el centro y el norte del territorio burgalés, el desfiladero de San Martín de Ubierna ha quedado muy bien protegido de las perturbaciones exteriores. Gracias a ello es el que mejor ha conservado sus primitivos valores naturales.

Aunque apenas supera los dos kilómetros de longitud, la estrecha hoz es un interesante enclave paisajístico y un verdadero santuario para muchas aves de carácter rupícola. Además de la presencia de las chovas piquirrojas y de los aviones roqueros se ha constatado la existencia de buitres leonados, alimoches y sendas parejas de águila real y búho real.

El mejor acceso al desfiladero es desde las inmediaciones de San Martín de Ubierna, pequeña localidad que desde la Alta Edad Media fue el más importante barrio de la cercana Ubierna. Al poco de iniciarse la hoz se descubren una serie de abrigos y pequeñas cuevas —algunas comunicadas entre sí— abiertas en la base de los acantilados calizos. Aunque han sido objeto de multitud de saqueos tienen un enorme potencial arqueológico para el estudio de momentos tan dispares como el Paleolítico y la Edad del Bronce.

Una estrecha vereda, que remonta el escaso caudal del arroyo de Rucios, permite llegar hasta los rincones más vistosos de una garganta que en algunos puntos se ve cerrada por paredones de más de 150 metros de altura. Incluso en algunas zonas la erosión ha dejado al descubierto llamativas e inusuales formaciones geológic