Del
claustro de los Mártires de
San Pedro de Cardeña, en
Burgos, sólo es original su panda meridional. Levantada, como todo el conjunto procesional, sobre un alto pódium, consta de 14 arcadas de medio punto sostenidas por macizas y únicas
columnas decoradas con
capiteles corintinizantes. Su denominación recuerda el martirio sufrido por doscientos monjes en ese mismo lugar en el año 934 a manos de las tropas cordobesas capitaneadas por el propio califa Abd al-Rahman III.
La leyenda de este acontecimiento se fue incrementado a lo largo de los siglos llegando, incluso, a constatarse un llamativo milagro: cada 6 de agosto, día en el que se conmemora la
matanza, un reguero de sangre cubría todo el suelo. A principios del siglo XVII y por iniciativa del propio monarca Felipe III, la crujía
románica se transformó en una venerada
capilla en recuerdo de los mártires. Y cosas del destino, gracias a ello se salvó de las reformas que transformaron el resto del claustro.
Desde siempre ha llamado la atención en los
arcos de medio punto del claustro de Cardeña, la alternancia de dovelas de
color blanco y rojizo. Lo habitual fue atribuirles una raigambre islámica, semejante a la de los arcos de la mezquita de
Córdoba, pero las últimas investigaciones se inclinan por una clara filiación borgoñona. Esta interpretación del
románico fue importada por los monjes franceses que llegaron al
monasterio burgalés tras su donación a la
casa matriz de Cluny.