Los
monasterios fueron fundamentales en la expansión del viñedo burgalés desde los primeros tiempos de la repoblación altomedieval. Un ejemplo es el del cenobio benedictino de
San Pedro de Cardeña, fundado en el año 899, y que con el tiempo —favorecido por los condes y reyes castellanos—, se convirtió en una de las más influyentes instituciones monásticas del reino.
Monjes borgoñones
Un año clave en la
historia de Cardeña, sobre todo en la relacionada con el vino, fue 1142, cuando el rey Alfonso VII hizo donación del
monasterio a la
casa matriz de Cluny. De este monasterio borgoñés llegaron unos monjes que traían nuevas variedades de uva y, sobre todo, un experimentado método de elaboración del vino.
Es muy posible que estos ‘moines noirs’ franceses fuesen los que, además de levantar el original
claustro de los Mártires, excavasen, justo debajo, la famosa
bodega románica de Cardeña. Considerada como una de las más antiguas del mundo con uso comercial, conserva algún tramo fechado a mediados del siglo XII.
El vino de la
Catedral
Si los actuales monjes cistercienses envejecen vino riojano en su cava —también suministran el vino de consagrar para la Catedral de
Burgos—, sus antecesores benedictinos almacenaban en grandes cubas y tinajas los más de 40.000 litros que cada año consumía una comunidad que apenas superaba el medio centenar de almas.