Un recuerdo más de infancia...
Sería en la primavera del año 1.950, o tal vez la del 1.951. Era un día de fiesta especial en el pueblo. Como afirma el dicho popular, aun presente y firme al paso de los tiempos y de las nuevas costumbres, uno de esos "tres jueves del años que relumbran más que el sol: Jueves Santo, el Corpus Chisti y el día de la Ascensión". Descartado el primero, hay que situar la fecha en cualquiera de los dos siguientes. Si, aquel día era una fiesta importante en San Quirce porque se celebraba EL DíA DE LA PRIMERA COMUNIóN siendo numerosos los niños y niñas que concurrían al acto. Luis, Margarita, Delfino, Chuchi (Mª Jesús), Luisina, Libi, Cuca..., y algunos más y entre ellos yo mismo, cuyo nombre solo cito como GB. Formábamos un grupo numeroso ahí, en esa iglesia, en los primeros bancos, encolchados y floridos, del altar de la iglesia de San Quirce. Aquel cura, de gratos y graciosos recuerdos, don Adolfo, era el encargado de todos aquellos actos y quién previamente nos había catequizado, haciéndonos aprender casi de momoria un catecismo del que poco o a veces nada podíamos entender. Los actos importantes de la misa por la mañana que se repetían de nuevo por la tarde con otro acto diferente en el que cada niño o niña debía recitar unos versos, como su primera manifestación ante un público que más tarde se encargaría de hacer su particular y personal evaluación. Todavía, después de más de cincuenta años, puedo recordar mi participación en aquellos versos que, más o menos, venían a decir así:
Si yo fuera santo,
Si ya hablara con Dios como amigo,
Diríale así: Díos mío, Dios mío,
¿por qué el mundo impío
Se aleja de ti?
Tú eres sabio, eres bueno.
Tú hiciste al hombre
Y quisiste que llegue al Edén.
Tú le diste a Jesús, vída y guía, ´
Le diste a María, la madre del bien.
Y hoy el hombre se aleja.
No sabe que madre tan buena
Le has dado, Señor.
¡Oh María!, si te conocieran
Ser buenos quisieran.
Vivir en tu amor, madre mía. Mi madre, te pido:
Que el hombre perdido se acuerde de ti.
Pues eso, todo esto pertenece a los recuerdos de mi infancia a los que nunca podré anteponer el calificativo de simples. Todo estaba dentro de una más que respetable tradicción: la de mi querido pueblo que es San Quirce. Mis creencias corresponden a un apartado diferente, lógicamente.
GB.
[GoogleBarVIP= 28].
Sería en la primavera del año 1.950, o tal vez la del 1.951. Era un día de fiesta especial en el pueblo. Como afirma el dicho popular, aun presente y firme al paso de los tiempos y de las nuevas costumbres, uno de esos "tres jueves del años que relumbran más que el sol: Jueves Santo, el Corpus Chisti y el día de la Ascensión". Descartado el primero, hay que situar la fecha en cualquiera de los dos siguientes. Si, aquel día era una fiesta importante en San Quirce porque se celebraba EL DíA DE LA PRIMERA COMUNIóN siendo numerosos los niños y niñas que concurrían al acto. Luis, Margarita, Delfino, Chuchi (Mª Jesús), Luisina, Libi, Cuca..., y algunos más y entre ellos yo mismo, cuyo nombre solo cito como GB. Formábamos un grupo numeroso ahí, en esa iglesia, en los primeros bancos, encolchados y floridos, del altar de la iglesia de San Quirce. Aquel cura, de gratos y graciosos recuerdos, don Adolfo, era el encargado de todos aquellos actos y quién previamente nos había catequizado, haciéndonos aprender casi de momoria un catecismo del que poco o a veces nada podíamos entender. Los actos importantes de la misa por la mañana que se repetían de nuevo por la tarde con otro acto diferente en el que cada niño o niña debía recitar unos versos, como su primera manifestación ante un público que más tarde se encargaría de hacer su particular y personal evaluación. Todavía, después de más de cincuenta años, puedo recordar mi participación en aquellos versos que, más o menos, venían a decir así:
Si yo fuera santo,
Si ya hablara con Dios como amigo,
Diríale así: Díos mío, Dios mío,
¿por qué el mundo impío
Se aleja de ti?
Tú eres sabio, eres bueno.
Tú hiciste al hombre
Y quisiste que llegue al Edén.
Tú le diste a Jesús, vída y guía, ´
Le diste a María, la madre del bien.
Y hoy el hombre se aleja.
No sabe que madre tan buena
Le has dado, Señor.
¡Oh María!, si te conocieran
Ser buenos quisieran.
Vivir en tu amor, madre mía. Mi madre, te pido:
Que el hombre perdido se acuerde de ti.
Pues eso, todo esto pertenece a los recuerdos de mi infancia a los que nunca podré anteponer el calificativo de simples. Todo estaba dentro de una más que respetable tradicción: la de mi querido pueblo que es San Quirce. Mis creencias corresponden a un apartado diferente, lógicamente.
GB.
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