Siempre me impresionó cuantas veces, siendo un niño, tuve ocasión de ver la imagen del Cristo yacente que se guarda en la ermita de El Santo Cristo (el Santo) de San Quirce, situada en esa atalaya dominante y visible desde tantas distancias. Me parecía su aspecto algo tan real, natural y serio que llegaba a sentir como un miedo que me duraba algún tiempo. No sé lo que sentiría ahora cuando han pasado tantos años desde entonces; bien que me gustaría experimentar nuevas sensaciones entre las que de seguro ya no estaría la de aquellos miedos. Pienso en que todavía habrá ocasiones para ello. Y aquí quiero dejar una oración especial a ese Cristo yacente de nuestra ermita de San Quirce:
No me mueve mi Dios para quererte
El cielo que me tienes prometido.
Ni me mueve el infierno tan temido
Para dejar por ello de ofenderte.
Tu me mueves, mi Dios, mueveme el verte
Clavado en una cruz y escarnecido.
Mueveme ver tu cuerpo tan herido
Muevenme tus quebrantos y tu muerte.
Mueveme, en fin, tu amor de tal manera
Que aunque no hubiera cielo yo te amara
Y aunque no hubiera infierno te temiera.
No me tienes que dar porque te quiera
Pues aunque lo que espero no esperara
Lo mismo que te quiero te quisiera.
FDL.
[GoogleBarVIP= 14].
No me mueve mi Dios para quererte
El cielo que me tienes prometido.
Ni me mueve el infierno tan temido
Para dejar por ello de ofenderte.
Tu me mueves, mi Dios, mueveme el verte
Clavado en una cruz y escarnecido.
Mueveme ver tu cuerpo tan herido
Muevenme tus quebrantos y tu muerte.
Mueveme, en fin, tu amor de tal manera
Que aunque no hubiera cielo yo te amara
Y aunque no hubiera infierno te temiera.
No me tienes que dar porque te quiera
Pues aunque lo que espero no esperara
Lo mismo que te quiero te quisiera.
FDL.
[GoogleBarVIP= 14].