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Una sencilla fachada y portada de la Ermita de la Purísima Concepción, SAN VICENTEJO

Situado a tan solo 20 km de Vitoria-Gasteiz, en el término municipal del Condado de Treviño en Burgos, nos topamos con una joya románica. Enclavada en el pueblo de San Vicentejo, la ermita de la Purísima Concepción abre sus puertas al misterio. Debido a lo enigmática y extraña que fue su construcción, la ermita de San Vicentejo, también así conocida, alberga muchas incógnitas a quienes la han estudiado, un auténtico interrogante del románico burgalés.

A mediados del XII al pueblo de San Vicentejo se le conocía con el nombre de San Vicent. Poco después, entre 1758 y 1790, pasó a ser San Vicente de los Olleros debido a la presencia de alfareros en la localidad. Se convirtió en paso obligado en la ruta de peregrinación entre Vitoria-Gasteiz y San Vicente de la Sonsierra.

A partir del siglo XVIII se modificó el nombre para diferenciar a los dos San Vicentes en ésta ruta, adoptando finalmente San Vicentejo, diminutivo de San Vicente.

Ermita de San Vicentejo o Purísima Concepción
Para saber el año de construcción debemos localizar una inscripción cercana a la portada de la ermita. En ella podemos leer: “INE DNI NRI EDIFICATUM EST HOC TEMPLUM IN HONORE STI VICENTI ERA MILESIMA CC”. Lo que se traduce como: «En nombre de Nuestro Señor Jesucristo, fue edificado este templo en honor de San Vicente en la era 1200». Equivale al año 1162 en el actual calendario Gregoriano.

Hay muchas controversias respecto a ésta fecha. Muchos estudiosos exponen que se trata de una construcción de laboriosa técnica artística, sobre todo en el ábside, de difícil elaboración en el siglo XII. Más bien parece una edificación tardorrománica. Aun así nadie se pone de acuerdo por lo que nosotros nos quedaremos con la fecha de 1162.

Dos talleres de cofrades bien diferenciados
Otra rareza que encontramos en la ermita de San Vicentejo es que está inacabada, no sigue el plan constructivo originario. En ella se puede apreciar dos talleres de canteros bien diferenciados. Los primeros, y más hábiles, se encargaron del ábside y presbiterio del templo, una auténtica obra de arte. El segundo taller, más local y menos sofisticado, terminó de colocar algunos elementos ya iniciados y finalizar el resto de la nave.

El impresionante ábside románico de San Vicentejo.
Éste cambio de cofrades se hace muy patente en la portada de San Vicentejo que no tiene nada que ver con los detalles y lo bien trabajada que está la piedra en el ábside. Si nos fijamos en su interior, los capiteles de las dos columnas más cercanas a la cabecera conservan una gran riqueza escultórica. En cambio, los otros dos tan solo están devastados.

Hay una similitud muy grande entre los arcos trilobulados de San Vicentejo y la la Catedral de Santo Domingo de la Calzada, lo mismo pasa con los capiteles interiores. Los estudiosos sopesan la teoría de que el cantero que realizó alguno de los capiteles pudo trasladarse a Calzada. ¿Es posible que por esto dejase el primer taller de canteros la ermita sin terminar?

La complejidad de su ábside
La piedra para la construcción de la ermita de San Vicentejo es traída de las canteras de Ajarte. En el ábside vemos tonalidades de arenisca rosácea, elemento que se eliminó en la nave. También podemos observar multitud de marcas de canteros o signos lapidarios, tanto en los del lado sur como en la cabecera.

Una de las marcas de canteros.
El ábside se despliega en cinco cuerpos divididos por dos semi-columnas separadas por pilares o contrafuertes poligonales. Los ventanales se abren en tres de los cinco cuerpos albergando arcos de medio punto y apuntados. Bajo el alero del ábside nos encontramos con unos bonitos arcos trilobulados.

Detalle de los arcos trilobulados.
Pero lo realmente sorprendente del ábside radica en la diferencia de volúmenes que tiene según subimos en altura. Intentaré explicarlo de una forma fácil. El primer cuerpo o planta (donde se localizan las bases de las columnas) es de forma semicircular. La segunda parte o cuerpo central (desde donde nacen los fustes de las columnas hasta los arcos apuntados de las ventanas) es un polígono de caras planas. Y el tercer cuerpo (el que alberga los arcos trilobulados) vuelve a ser semicircular.

Las diferentes partes del ábside y sus vuelos.
Lo más destacable es cómo encontraron la forma tan equilibrada de pasar del segundo al tercero cuerpo, convirtiendo un polígono en un semicírculo utilizando concavidades decoradas sobre las ventanas.

Detalle de las concavidades decoradas sobre las ventanas.
Otra singularidad que nos sorprende son los pilares poligonales. Si los seguimos desde su nacimiento hasta el alero del ábside nos encontramos que a la altura de los arcos de las ventanas, como en el tercer cuerpo, aparecen extraños elementos ornamentales como dos figuras humanas, un cerdo o elementos florales. No solo cumplen un objetivo estético, van más allá. Si nos fijamos bien el tambor absidal va ensanchando según gana altura de manera que éstas pilastras poligonales deben ir adaptándose a éste ensanchamiento. Consiguen ésto mediante los elementos ornamentales, un ingenioso y bello recurso para que los contrafuertes quiebren y aumenten el vuelo del muro.

Ingeniosos detalles para salvar el vuelo del ábside.
La labra de los capiteles del ábside también son elementos a resaltar. Están decorados mediante vegetales algo geometrizados pero que ganan profundidad gracias a los huecos abiertos entre las hojas con el empleo del trépano. Una técnica de auténticos virtuosos de la piedra.

Una sencilla fachada y portada
La facha está ausente de decoración o motivos ornamentales. En el muro sur se abre una modesta portada de siete arcos lisos de medio punto que descansan sobre una imposta ajedrezada. Las columnas albergan unos capiteles desgastados por la erosión con una tosca labra. Nada que ver con los detalles de la cabecera.

portada ermita de san vicentejo

El interior de San Vicentejo
La ermita de San Vicentejo es una construcción de planta rectangular sencilla de 16,50 metros de largo por 5,95 de ancho y 10,45 de alto. La podemos dividir en tres partes: cabecera o presbiterio, primera y segunda nave.

Si nos acercamos a la cabecera, a unos seis metros sobre nuestras cabezas, nos encontramos con una serie de ménsulas labradas con motivos florales, rostros humanos y animales. Algunos autores los “traducen” como una metáfora entre los orígenes de ser humano y el pecado.

interior ermita de la purísima concepción

En los laterales, próximos a las columnas, hay dos hornacinas de doble nicho con arcos semicirculares, una de ellas con mayor riqueza decorativa. En la actualidad a ambas hornacinas les faltan las columnas centrales pudiéndose observar como han sido sesgadas por una sierra.

Si seguimos hacia la portada nos topamos con las columnas del arco triunfal, las más cercanas al presbiterio. Destacan sus floridos capiteles de un complejo tallaje. No se puede decir lo mismo de las dos siguientes columnas cuyos capiteles tan solo aparecen esbozados y colocados apresuradamente para dar por finalizada la construcción.

Si nos acercamos a la segunda nave, en el muro que pega al norte, nos topamos con una ventana cegada, lo que pudo ser una intención de construir una tercera nave. Otra de las tantas incógnitas de San Vicentejo.

Visitas guiadas a la ermita de San Vicentejo
Durante la mayor parte del tiempo, la ermita de la Purísima Concepción permanece cerrada a los ojos del viajero. Tan solo podemos visitarla durante las campañas de turismo que se abren del 18 de julio al 31 de agosto. El horario para la visita es de martes a domingo de 11h a 14h. El acceso y la visita es totalmente gratuita. Dentro de éstas campañas también se podrán visitar de forma gratuita:

Parroquia de San Pedro Apóstol (Treviño): 18 julio al 31 agosto. Martes a sábados (11h a 14h y 17h a 19h), domingos y festivos (11h a 13h).
Parroquia de Nuestra Señora de la Asunción (Ozana): 29 y 30 de julio de 11h a 14h.
Éstos horarios corresponden al año 2017. Para confirmar próximas fechas podéis acceder a la página de Turismo del Condado de Treviño o llamar por teléfono y concretar hora y día.

Quiero dar especialmente las gracias a Ricardo de Kalearte por abrirme las puertas de San Vicentejo. Llevo años conociendo la ermita pero nunca me habían explicado su historia y los secretos que esconde.
ermita de san vicentejo de treviño