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Monasterio de El Espino, SANTA GADEA DEL CID

HISTORIA

El origen de este santuario-monasterio se halla envuelto entre celajes de milagrosa leyenda y de historia documental. Una aparición milagrosa Era una radiante primavera “del día siguiente de Santa María de marzo del año 1399” cuando tuvo lugar la aparición de la Virgen sobre un corpulento espino, acompañada de un mensaje, cuyo texto original está recogido en documento oficial:

“En Santa Gadea, a veinte y cinco días andados del mes de abril, del Nascimiento de Nuestro Señor Jesu-Christo, de mil y trescientos y noventa y nueve años… Siendo presente Juan Martínez, escribano y notario de nuestro señor rey, y de los tesigos de iuso escritos, paresció presente un mozo de dicha villa, el qual avía por nombre Pedro, fijo de Iñigo García… e dixo: que el jueves siguiente al miércoles de Tinieblas, guardando el dicho Pedro las ovejas del dicho padre en el término, cerca del dicho lugar (iglesia que se llama de San Millán), que le pareciera súbitamente una Dueña muy resplandeciente, en tanto grado que buenamente no la podía mirar... y que le dixera que la visión que él avía visto, que la dixesse y publicase… que por todas partes supiessen cómo ella era la Virgen María en persona glorificada, la qual era aquella que él avía visto sobre el Espino. Que era allí un lugar que se llamaba Montañana de Yerma… que toda la iglesia y cementerio y todo su circuitu vañado en sangre de los gloriosos Mártires que allí avían padescido; y porquanto la memoria de este Misterio iba pereciendo… mándote que disgas cómo la voluntad de mi Hijo Glorioso es que sea edificado aquí un convento de la Orden de San Benito, con la cual memoria sea resurgido este secreto. Y mándote que digas que todas las gentes que vinieren e embiaren ayudas para edificar la Iglesia y Convento… sus personas y casas serán amparadas y guardadas en cada hora que con gran devoción en mí se encomendaren en remembranza de mi Aparición en este Espino…”

Otros documentos relativos a dicha aparición pueden constatarse todavía en el Archivo Vaticano: bulas expedidas ya en los años 1408, 1410, etc.

La primera ermita Así tan sencilla como providencialmente surgió este Santuario, dedicado a la Virgen en su advocación de Nuestra Señora de El Espino. En un lugar, escenario antiguo de peleas, razzias y gestas; camino asimismo de carros cansinos transportando lanas y cereales de Castilla a tierras y puertos del norte, pescados y sales del norte hacia Castilla; y ahora, desde el momento de la milagrosa aparición, convertido en un lugar privilegiado de paz y de oración. Ya que consta históricamente que tras reconocer el celestial prodigio, se procedió a levantar una sencilla ermita, a la cual se retiraron seis clérigos de Santa Gadea, con el doble fin de vivir en comunidad y atender a los numerosos peregrinos que acudían a rendir culto a la celestial Señora.

ESPINO BENEDICTINO Por Bula de Benedicto XIII del año 1410, sabemos que el Abad de Santa María de Obarenes fue comisionado para erigir aquella casa-ermita en monasterio de monjes benedictinos, dando el hábito de San Benito a dichos clérigos y nombrando ya el primer Prior en la persona de Rodrigo Martín. Santuario Muy pronto en el lugar de dicha casa-ermita y cumpliendo el celestial mensaje de “cómo la voluntad de mi Hijo Glorioso es que sea edificado aquí un convento de la Orden de San Benito…” comenzó a surgir un edificio más amplio y más adaptado al culto creciente y a las exigencias normales de un convento. El nuevo santuario-monasterio se fue levantando gracias a sus primeros bienhechores: Don Juan Hurtado de Mendoza, Prestamero Mayor de Vizcaya y don Fernán Pérez de Ayala, Merino Mayor de Guipúzcoa y embajador del rey de Castilla en el Concilio de Constanza. Este mismo señor obtendría del Papa Martín V (1417) otros muchos favores y gracias para este convento recién construido (Archivo Vaticano, Reg. Supl. 108, ff. 61r-62r). Monasterio De hecho, el nuevo edificio parece estar acabado hacia el año 1443, ya que un documento pontificio de Eugenio VI en favor del Espino habla de la construcción y edificación de la iglesia, campanario y claustro de Santa María del Espino (Arch. Vatic. Armadio LIII, tomo 13, ff. 131r-131v). Por lo tanto, para esta fecha y gracias también al favor de otras familias nobiliarias (los Lara, los Sarmiento, etc.) la vida monasterial era ya una hermosa y prometedora realidad, bajo la tutela y ayuda de la más antigua e importante abadía de San Millán de la Cogolla. Sin embargo, no tardarían en llegar las primeras dificultades, porque al poseer dicha abadía riojana muchas tierras y rentas en torno al Espino (en Guinicio, Ayuelas, Bozoo, Valverde, Montañana, Sobrón…) amenazaba ahora el pleno desarrollo y expansión del nuevo convento. De ahí los continuos intentos para emanciparse de dicha tutela un tanto abusiva, ya que pretendía imponer supuestos derechos de visita y nombramiento de priores espinenses. Las cosas cambiarían finalmente en el año 1535, en tiempos de Carlos V y del Papa Paulo III, cuando definitivamente logra independizarse de San Millán, comenzando a llevar vida propia con título de Abadía de Nuestra Señora del Espino. Desde esta fecha, inicio de un creciente florecimiento religioso-cultural, hasta la exclaustración (1835), regentarán este convento setenta y siete abades, acogidos y agregados ya a la nueva reforma benedictina de Valladolid. Llegó el siglo XIX que auguraba días aciagos y luctuosos también para el santuario-monasterio del Espino. Ya que primero, durante la Guerra de la Independencia, y luego durante las guerras liberal-carlistas, la iglesia y casa monasterial sirvieron de lugar de alojamiento a sus ejércitos, así como de almacén y depósito de sal, comestibles, paja y otros efectos militares. Aquí establecieron también su cuartel Espartero, San Miguel, Castañeda, Córdoba y otros. Finalmente, la inexplicable Ley de Mendizábal (11-10-1835), por la cual se expulsaba de sus monasterios y conventos a los monjes y frailes confiscando sus bienes, vino a traer a este lugar la máxima ruina y desolación. Los benedictinos espinenses se vieron forzados a abandonar el santuario-monasterio, perdiéndose infinidad de tesoros (biblioteca, archivo, órgano, sillería, campanas…) que no pudieron recuperarse jamás. Hasta la imagen de la Virgen del Espino tuvo que abandonar su regio trono y recibir cobijo en la cercana iglesia parroquial de Santa Gadea, esperando tiempos mejores. Así durante cuarenta y cinco años permanecerá cerrado el santuario, mientras que el convento y su entorno pasaba a ser propiedad de un hacendado señor. El día 22 de abril del año 1879 se ponía en Miranda de Ebro a pública subasta el convento benedictino de Nuestra Señora del Espino. Se presentaron a la puja dos contrincantes: un vecino de Ameyugo que proyectaba levantar con los sillares del Espino un hotel en el balneario de Sobrón, y un vecino de Miranda de Ebro que pretendía el antiguo monasterio para entregarlo a los Redentoristas.

Detalle providencial En principio, el edificio le fue adjudicado al licitador de Ameyugo. Pero en aquel momento el contrincante tuvo la feliz idea de solicitar a la otra parte que acreditara su personalidad. Al carecer de dicho documento acreditativo, el inmueble pasó según ley al segundo postor, quien se apresuró a donarlo a los Redentoristas, una congregación todavía joven y dinámica, fundada en el año 1732 por San Alfonso María de Ligorio. Así y casi de modo milagroso el Espino se salvaba de la piqueta demoledora o de verse convertido en un montón de ruinas, como le está ocurriendo al vecino convento de Santa María la Real de Obarenes o al más próximo convento de San Bartolomé-San Francisco, del que no queda ya piedra sobre piedra.