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Vista del Castillo de los Padilla, SANTA GADEA DEL CID

El pequeño y pintoresco pueblo de Santa Gadea del Cid nació con una función claramente defensiva, dada su condición de núcleo fronterizo entre Castilla y Álava. De aquella impronta fundacional quedan huellas, más simbólicas que reales, en los restos de su castillo y de sus murallas. Al Norte del pueblo, sobre un montículo rocoso, se alzan los restos del castillo, consistentes en la torre del homenaje y parte de la cerca. El emplazamiento del castillo de Santa Gadea equi­dista de los desfiladeros de Pancorbo y Sobrón (Lanta­rón) y del puerto de Orduña. Su posesión resultó funda­mental para el dominio del señorío de Vizcaya.

Formó también parte del conjunto de fortalezas que defendían los pasos de los Obarenes. Ante la imposibilidad de for­zar Cerezo, Pancorbo, Petralata o la Horadada el acceso desde Navarra a la más vieja Castilla (o al revés) no era posible más que a través de la antigua vía romana. Hasta la definitiva incorporación de Alava a Castilla la forta­leza de Santa Gadea defendió en ocasiones la zona fronteriza disputada a Navarra. A este valor estraté­gico hay que añadir el complementario de controlar el cercano “puente de Santa Gadea por otro nombre Puentelarrá”.

“In tempore de illo comite dompno Sancio (año 1012), Beila Ovecoz de Palencia sub imperio de illo co­mite supra nominato dominabatur Termino et Lantaron et Buradon castro. Es la primera mención del castillo. En adelante pueden seguirse los “tenentes” casi ininte­rrumpidamente hasta mediados del s. XII, nombrados por Navarra o Castilla a tenor de los avances o retroce­sos de ambos reinos. Es posible que con el traslado de la jurisdicción de Lantarón a Término también se con­virtiera éste en el principal centro defensivo. Lantarón lejano, inaccesible, consistente en una elemental cons­trucción y varias cuevas, quedaría abandonado para siempre y más con la desaparición del condado de su nombre. De esta primitiva defensa de Santa Gadea no queda nada.
A fines del s. XV el conde de Salinas, que retenía ile­galmente los castillos de Miranda y Pancorbo, asaltaba por escalas la fortaleza de Santa Gadea, propiedad de sus enemigos los Padilla.
El plano muestra que consistió en un conjunto irre­gular, alargado en sentido Norte-Sur, que seguía la cota más alta del terreno con unos 70 metros de longi­tud. Excepto por el Sur los demás lados son muy abruptos. En el frente Norte destacan claramente dos grandes cubos, interiormente huecos y con pocos va­nos, apenas alguna tronera. Están unidos por un lienzo que se asienta, como ellos, en la roca viva. Por el lado más cercano al pueblo queda un buen trozo de para­mento encuadrado también por cubos. El resto de la cerca está toda en ruinas. En la ladera del extremo del noroeste puede verse una especie de pozo abovedado que quizá fuera aljibe.
Lo más destacado es la torre central, antes unida por diversos complementos al resto de las construc­ciones. Consiste en un cuadrado de seis metros de lado, levantado directamente sobre la roca tallada. La puerta de ingreso, con arco de medio punto, se halla al Sur, a la altura del primer piso. Posee dos vanos más, uno al Oeste, de arco rebajado, y otro, al Norte, ya muy deteriorado, con arco apuntado. Sobre una serie de dobles modillones se alzaron las almenas, hoy desaparecidas. Conserva la cubierta de terraza sostenida por bóveda estrellada de nervios. En 1774 “cubos y manguardias (estaban) cuasi arrui­nados”.
En la fábrica predomina la mampostería. Se asegura que el castillo actual fue levantado por don Tello, pero no hay documentos que lo demuestren. Más bien habría que atribuir su construcción a D. Pe­dro López Manrique, en los últimos años del s. XV. En los pleitos sostenidos por su hijo se insiste continua­mente en las obras hechas por el citado Pedro en las fortalezas de Santa Gadea y Sotopalacios. El parale­lismo de la citada torre de Santa Gadea con las que en­cuadran la fachada principal de este último palacio, así como con otras mejor fechadas de la provincia, son evidentes. Algunos detalles de la fortaleza parecen aún posteriores al s. XV.
Como complemento defensivo del pueblo se levanta­ron las murallas. No es nada seguro que arrancaran del castillo, aunque pueda parecer esto lo más lógico. Ape­nas si queda algún trozo de lienzo base, hoy, de vivien­das. A juzgar por el plano de la villa tuvieron figura, aproximadamente, triangular.