LOS JEFES DE SILOS
Este fin de semana se celebra en la localidad de
Santo Domingo de Silos la
fiesta de Los Jefes, una conmemoración en la que se mezcla la muy burgalesa
tradición de correr los gallos con la memoria de una antigua batalla contra los moros.
Cuenta la leyenda que un
ejercito agareno puso sitio a Santo Domingo de Silos y ante el peligro inminente los vecinos simularon el incendio de todas las
casas de la villa para, de esta manera, hacer pensar a los sitiadores que era inútil mantener el asedio.
Gracias a las numerosas
hogueras encendidas, los estruendosos gritos de alarma de los habitantes, el repicar de las
campanas y el eco de los cencerros de los rebaños en estampida, los temidos moros levantaron el cerco y continuaron sus correrías por otros lares de Castilla.
La mañana del último sábado del mes de enero el
pueblo se reúne en la
plaza y acude a buscar a Los Jefes a sus domicilios. El gentío va encabezado por los comisarios de la fiesta, que lucen la recia y pesada capa castellana y suelen ser los cabezas de
familia de la villa.
Conducidos por el aire marcial del tambor, se procede a recoger al Cuchillón, al Abanderado y finalmente al Sargento. La comitiva completa enfila hacia el
monasterio de Santo Domingo, donde es recibida por la comunidad benedictina.
A primeras horas de la tarde se celebra la Corrida de Gallos o Las Crestas, ritual en el cual los jinetes habrán de intentar cobrar alguno de los gallos o prendas que cuelgan de una soga que es hábilmente manejada por un vecino para entorpecer las aspiraciones de los caballeros.
Con la llegada de la fría
noche se inicia uno de los actos más llamativos de toda la fiesta: “Silos en llamas”. Rememorando las legendarias hazañas de sus antepasados los vecinos vuelven a fingir que el pueblo arde por sus cuatro costados y es devorado por un pavoroso incendio.
Se encienden hogueras por todos los
rincones; los vecinos, escoltando a los jefes, recorren varias veces el pueblo, portando teas e invocando los nombres de Jesús y María; los mas jóvenes se cargan de cencerros y simulan una desbandada general de los rebaños de
cabras y
ovejas.
La fiesta, de la que se tiene constancia desde el año 1880, fue recuperada en 1999 y está declarada de Interés Turístico Regional.