Tuve la oportunidad de visitar Santa Domingo un Julio, caluroso como pocos y muy reciente. Me impresionó, ya desde fuera toda la construcción y destacaba en un paisaje que el atardecer invitaba al recobimiento. Una vez dentro tanto el claustro, como la presencia de esa piedra trabajada me trasladaron fuerza, una gran fuerza interior y una calma mental. La visita fue extraordinaria y pasaron días hasta que fue consciente de todo lo que había visitado, visto y hecho como propio. Gracias a la inforamción que después busqué sobre el monasterio mi impresión sobre el monasterio todavía creció mucho más. Pero insisto esa marcha al atardecer, descanso, silencio al fin hicieron que el tiempo se atrapara en un cúmmulo de extraordinarias sensaciones. ERa hora de volver a nuestro hotel pero a buen seguro de haber estado más cerca al día sigiente hubiera vuelto para realizar otra nueva visita