Al sobrevenir la invasión napoleónica (1809) se puso al frente de una partida de 100 hombres de gran combatividad con la que se dedicó a la guerrilla en tierras de
Burgos,
País Vasco y aledaños, uniendo sus fuerzas a menudo a la partida de Abecia. Tenía por entonces 26 años. Estos dos contingentes formaban una temible fuerza sorpresiva que se emboscaba ya en
puertos como el de Descarga, y ya en Pancorbo, en Orduña o en Valdeajos se dejaba caer por sorpresa sobre los convoyes napoleónicos exterminando a sus componentes y llevándose el
correo o los avituallamientos.