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El Soto de los Palacios, Castillo de los Adelantados, SOTOPALACIOS

El Castillo se encuentra situado en las proximidades del que fuera solar de El Cid Campeador, junto al cauce del Molinar, cercano a la localidad Burgalesa de Sotopalacios.

A comienzos del siglo XI estas tierras del Valle del Ubierna estaban bajo la protección del padre de Rodrigo, Diego Laínez. La frontera con el reino de Navarra se hallaba por entonces a pocos kilómetros al norte de Burgos, cerca de Urbel del Castillo, a menos de 30 kilómetros de Vivar.

En los últimos años del siglo IX, un grupo de familias se asentaron a orillas del Ubierna en un lugar al que llamaron Sotopalacios, nombre formado por Soto (masa de árboles) y Palacios (que significaría soto que se encuentra junto a las grandes casas).

La primera vez que el nombre de Sotopalacios aparece es en un documento de 1124 del monasterio de San Salvador del Moral, convento de benedictinas que se encontraba no lejos de Palenzuela, del que por azar una copia ha llegado hasta el siglo XXI. Para entonces, se cree, que Sotopalacios tendría ya unos 240 años.

El Palacio del Cid, es un castillo que data del siglo IX que fue reedificado a partir del s. XIV por los Manrique como fortaleza solariega de los Adelantados de Castilla, que perteneció sucesivamente a los Padilla, a los Duques de Lerma, a los Duques de Segorbe y Cardona, a los Duques de Medinaceli y a los Duques de Feria, hasta que en la segunda mitad del siglo XX propició su abandono, ruina y enajenación por el linaje que lo había poseído durante más de 400 años.

El castillo cuyas superficies son de más de 3.000 m2, destaca más por su carácter palaciego que por ser una fortaleza. Es de grandes proporciones y buena ejecución. Todo está construido a base de mampostería de regular calidad y su planta es cuadrada y posee 3 torres cuadradas en sus esquinas (2 torres gemelas de 4 plantas y 1 torre Albarrana en la esquina). En su interior existen salas palaciegas alrededor de un patio de armas.

El llamado “Castillo del Cid” consta de un cuadrado flanqueado al Oeste y Sur por 2 gruesos torreones y una torre menor “hueca” al Este. Junto al ángulo del Norte (en donde ciertas ruinas parecen indicar que pudo haber una cuarta torre u otra construcción) se abre la puerta. Una vez en el interior aparece un patio central con el ingreso frente al anterior. El espacio libre dejado hasta los muros estuvo techado y dividido en varias de­pendencias palaciegas, especialmente complejas y lujosas al suroeste.

Los muros de la fortaleza son extraordinaria­mente gruesos. Algunos trozos de la esquina del Norte se han venido abajo hasta media altura. En el resto de los lienzos la diferencia de color de los materiales indica cla­ramente que ha sufrido diversas reformas.

En el para­mento que cierra los 2 torreones se abren ventanas adinteladas enrejadas a la altura de la planta baja. Por el contrario, las abiertas en lo alto de todo el circuito de la fortaleza son de arco rebajado construidas a base de buen dovelaje.

Todo el edificio estuvo coronado de al­menas apoyadas en arquillos tallados en pequeños y úni­cos bloques de piedra, con claro valor decorativo, sostenidos a su vez por dobles modillones.

Los antes citados torreones poseen 5 almenas en cada lado, excepto en el interior, defendido éste por un garitón. Desde el úl­timo piso de las torres se accedía al paseo de ronda de las murallas.

El cauce del río Molinar hace de foso por dos de sus lados. Antiguamente rodeaba toda la fortaleza. Asimismo, hubo un puente levadizo, hoy desaparecido.