Que tiempos aquellos. lejanos quedan. Para acordarse de ellos no hay mejor memoria que haberlo pasado muy bien, o muy mal. Recuerdo que para ir a Villadiego, precisaba andar diez Km aun sin las luces de la madrugada, por un polvoriento o embarrado
camino, y por
senderos de atajo. En uno de estos atajos, que cruzaba por una desnuda paramera, cuyo único
árbol era un centenario espino, llamado La Matona, done al perecer se emboscaban los ladrones de la comarca, para aligerar al caminante de su caudal.
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