En el
valle de Salcedo, a media cuesta, dentro de un risco de poco más de un metro de ancho, encontramos un
árbol pegado a las
rocas: un roble; junto a él, una
cueva. Trepar por dicho árbol es el único modo de acceder a la cueva, en cuyo interior solía criar un ave rapaz: la Guandilla. Más pequeña que el buitre, con las plumas del cuerpo blancas y las de las alas, negras, esta especie de ave autóctona acabó por extinguirse en los años 70. Recuerdo que cuando mis
amigos y yo éramos jóvenes, soliamos trepar por el roble para ver las crías de la Guandilla. Ahora, años después, le enseño estos lugares a mi nieta Estela, al pie del roble en la
foto, que disfruta de la
naturaleza tanto como yo. Patricio.