Como fina es que soy finísima, hasta con los metales, que si no son preciosos, como el oro, prefiero prescindir de ellos por cuestión de alergia a lo falso. He sido así genéticamente diseñada.
Un día al año no hace daño, pero no conviene abusar, que luego pagamos sus consecuencias. De todas formas es que a mi esas natas no me sientan nada bien. Después me repiten, así de tarde en tarde y cuando se me ha olvidado, si la ocasión lo requiere, vuelvo a picar. Si no, lo que suelo hacer es cuidar mi estómago que es quien tiene la última palabra.