En este mismo mes me pasó una anécdota muy graciosa. Ya sabéis cómo es el despacho de la panadería, de reducido, y que a la salida de la iglesia está de bote en bote. Pues bien, aún así nos intentamos meter dentro, pero respetando el turno. Lo que pasa es que nos ponemos a hablar y justo ese día voy y me cuelo, sin querer. Rápido me lo dijeron, que ese señor iba delante, pues perdón, que se me había ido el santo al cielo. Pero, le dije, no hay mal que por bien no venga, que si no es por este fallo ... (ver texto completo)