LA TORRE DE MUÑÓ
Ha llegado el gran día,
repican las campanas
y bajan a los "praos"
a esparcir las cenizas
sobre la campiña.
La torre vigía velaba
entre sueños todos sus anhelos,
sus pesares, su gloria,
y tuvo la buena idea
de conservar su memoria.
Tras diez siglos, la primavera
ha florecido de nuevo.
El primer beso recibido
abrió una brecha a tanto olvido.
Ha vuelto la alegría
y las fuentes recitan
los mejores versos
para enlazar albor y pasado
ondeando todas las banderas
desde los muros cerrados
del último bastión
que quiso resistir
y ya ha resucitado.
Ahí están sus hijos,
sin prodigio ni milagro
escucharon los lamentos
y la gloria del pasado.
Un pueblo con escudo nobiliario
habría de abrir sus ojos
al señor y al vasallo.
Para buen cumplimiento
queda reflejado
el Auto de buen Gobierno
y el castillo almenado.
Carmen García / Arenillas (14 de mayo de 2001 en cartas al director DB)
Ha llegado el gran día,
repican las campanas
y bajan a los "praos"
a esparcir las cenizas
sobre la campiña.
La torre vigía velaba
entre sueños todos sus anhelos,
sus pesares, su gloria,
y tuvo la buena idea
de conservar su memoria.
Tras diez siglos, la primavera
ha florecido de nuevo.
El primer beso recibido
abrió una brecha a tanto olvido.
Ha vuelto la alegría
y las fuentes recitan
los mejores versos
para enlazar albor y pasado
ondeando todas las banderas
desde los muros cerrados
del último bastión
que quiso resistir
y ya ha resucitado.
Ahí están sus hijos,
sin prodigio ni milagro
escucharon los lamentos
y la gloria del pasado.
Un pueblo con escudo nobiliario
habría de abrir sus ojos
al señor y al vasallo.
Para buen cumplimiento
queda reflejado
el Auto de buen Gobierno
y el castillo almenado.
Carmen García / Arenillas (14 de mayo de 2001 en cartas al director DB)