Buenos días:
sigo con Félix, al que dediqué varios poemas, ya que tuve la ocasión de entablar una particular amistad. Incluso nos escribíamos de vez en cuando y alguna vez me llamaba por teléfono.
A mi me decía que lo suyo no era mérito, porque si ayudaba era porque tenía medios. Y que si pudo soportar lo malo que él tuvo en la vida fue por su moral cristiana. Y luego los valores que a él le enseñaron y procuró transmitir. Según él, no hizo sino dar lo que había recibido.
Y algo que me sorprendió, fue que me dijera que la caridad empieza por uno mismo. Si uno mismo no se considera y se respeta a si mismo, no puede ni considerar ni respetar a los demás. Los demás: todos los seres vivos que nos rodean, la naturaleza y las personas encaminadas al bien común.
Si su vida mereció la pena fue por la ayuda que pudo prestar a los demás en sus muchas facetas, tanto de la enseñanza, transmitiendo valores; como de las influencias que había adquirido a lo largo de su profesión para beneficio de sus convecinos y amigos.
No se cansaba en predicar la fe que a él le había hecho tanto bien.
sigo con Félix, al que dediqué varios poemas, ya que tuve la ocasión de entablar una particular amistad. Incluso nos escribíamos de vez en cuando y alguna vez me llamaba por teléfono.
A mi me decía que lo suyo no era mérito, porque si ayudaba era porque tenía medios. Y que si pudo soportar lo malo que él tuvo en la vida fue por su moral cristiana. Y luego los valores que a él le enseñaron y procuró transmitir. Según él, no hizo sino dar lo que había recibido.
Y algo que me sorprendió, fue que me dijera que la caridad empieza por uno mismo. Si uno mismo no se considera y se respeta a si mismo, no puede ni considerar ni respetar a los demás. Los demás: todos los seres vivos que nos rodean, la naturaleza y las personas encaminadas al bien común.
Si su vida mereció la pena fue por la ayuda que pudo prestar a los demás en sus muchas facetas, tanto de la enseñanza, transmitiendo valores; como de las influencias que había adquirido a lo largo de su profesión para beneficio de sus convecinos y amigos.
No se cansaba en predicar la fe que a él le había hecho tanto bien.