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La máscara fue introducida por los griegos, los egipcios y romanos, principalmente. Para la cultura europea, son los más cercanos. Se usaba en ceremonias religiosas, y en el teatro griego y romano. Se elaboraba con madera, yeso y escayola, telas, e incluso de barro. A los actores les permitía adaptarse mejor a los personajes que tuvieran que representar. El teatro en la cultura clásica era privativo de las clases sociales privilegiadas y los plebeyos, pasaban de él por varias razones.
Primero porque estaba destinado a los patricios, y segundo porque el pueblo no lo entendía. Los actores tanto en Grecia como en Roma fueron principalmente hombres. Alguna mujer colaría al ir disfrazada pero no era lo corriente. Los ritos religiosos que nos donaron los griegos y romanos tuvieron también este trato de favor hacia lo masculino, en detrimento de lo femenino. Las procesiones eran bailadas por hombres como bien se sabe aquí, hasta que la gente decide dar un giro a la tradición y adaptarla al pensamiento actual. Pero cuesta mucho dar este tipo de pasos y las consecuencias al principio no son halagüeñas para quien se decide por innovar lo que muchos creen que es inamovible, porque siempre fue así. Siempre fue así, hasta que una nueva forma de pensar surgió.
Los pensamientos conllevan cambios y por eso en muchas sociedades el pensar por cuenta propia no está bien visto y por eso no se fomenta. E incluso fue castigada esta práctica por los griegos, los romanos y los cristianos.
Para los plebeyos era mucho más interesante acudir al anfiteatro que al teatro porque no tenían que pensar que estaban viendo. La lucha de los gladiadores y las luchas encarnizadas de esclavos y fieras se usaban como diversión y temática en el anfiteatro romano, que además gozaba de fervor popular.
Era típico que el césar de turno expresase la muerte del reo o su salvación, y el pueblo entusiasmado le lanzaba los vivas o la aclamación. También había otros personajes que influían en estas ovaciones durante el ruedo. Llevaban la voz cantante y dirigían al pueblo en la dirección de preservar el régimen. Dirigían sutilmente la voz del pueblo hacia el césar de turno. Y lo peor es que pocos se apercibían, y los que lo hacían y se rebelaban eran proscritos del régimen y reos de muerte en los anfiteatros y circos romanos. Más tarde, también el cristianismo adoptó estas formas con las Cruzadas y la Inquisición. O sea, que al final es que la historia se repite y aunque se cambia de forma de pensar, el método es el mismo: la represión para evitar que la gente piense por su cuenta.
Con el acto de presencia del cristianismo en Roma, el teatro entró en decadencia y además se fue prohibiendo paulatinamente porque ofendía a la creencia cristiana como ritos propios de los griegos y romanos y fue considerado como signos paganos.
Sin embargo la representación de la Santa Misa, tiene origen en el teatro romano. Que es ahí hacia donde se orientó el rito adaptándose a la nueva circunstancia de la religión cristiana. Por contra se prohibieron las escenas paganas y solo pervivió el Carnaval - resto del antiguo imperio romano.
El teatro romano tuvo una pervivencia y supervivencia en los trovadores y juglares, que iban de pueblo en pueblo representando escenas de guerra o historias de héroes legendarios - que nos han llegado a nuestros días, como "El Mío Cid", castellano.
Primero porque estaba destinado a los patricios, y segundo porque el pueblo no lo entendía. Los actores tanto en Grecia como en Roma fueron principalmente hombres. Alguna mujer colaría al ir disfrazada pero no era lo corriente. Los ritos religiosos que nos donaron los griegos y romanos tuvieron también este trato de favor hacia lo masculino, en detrimento de lo femenino. Las procesiones eran bailadas por hombres como bien se sabe aquí, hasta que la gente decide dar un giro a la tradición y adaptarla al pensamiento actual. Pero cuesta mucho dar este tipo de pasos y las consecuencias al principio no son halagüeñas para quien se decide por innovar lo que muchos creen que es inamovible, porque siempre fue así. Siempre fue así, hasta que una nueva forma de pensar surgió.
Los pensamientos conllevan cambios y por eso en muchas sociedades el pensar por cuenta propia no está bien visto y por eso no se fomenta. E incluso fue castigada esta práctica por los griegos, los romanos y los cristianos.
Para los plebeyos era mucho más interesante acudir al anfiteatro que al teatro porque no tenían que pensar que estaban viendo. La lucha de los gladiadores y las luchas encarnizadas de esclavos y fieras se usaban como diversión y temática en el anfiteatro romano, que además gozaba de fervor popular.
Era típico que el césar de turno expresase la muerte del reo o su salvación, y el pueblo entusiasmado le lanzaba los vivas o la aclamación. También había otros personajes que influían en estas ovaciones durante el ruedo. Llevaban la voz cantante y dirigían al pueblo en la dirección de preservar el régimen. Dirigían sutilmente la voz del pueblo hacia el césar de turno. Y lo peor es que pocos se apercibían, y los que lo hacían y se rebelaban eran proscritos del régimen y reos de muerte en los anfiteatros y circos romanos. Más tarde, también el cristianismo adoptó estas formas con las Cruzadas y la Inquisición. O sea, que al final es que la historia se repite y aunque se cambia de forma de pensar, el método es el mismo: la represión para evitar que la gente piense por su cuenta.
Con el acto de presencia del cristianismo en Roma, el teatro entró en decadencia y además se fue prohibiendo paulatinamente porque ofendía a la creencia cristiana como ritos propios de los griegos y romanos y fue considerado como signos paganos.
Sin embargo la representación de la Santa Misa, tiene origen en el teatro romano. Que es ahí hacia donde se orientó el rito adaptándose a la nueva circunstancia de la religión cristiana. Por contra se prohibieron las escenas paganas y solo pervivió el Carnaval - resto del antiguo imperio romano.
El teatro romano tuvo una pervivencia y supervivencia en los trovadores y juglares, que iban de pueblo en pueblo representando escenas de guerra o historias de héroes legendarios - que nos han llegado a nuestros días, como "El Mío Cid", castellano.