Sábado 29 de julio de 2006/ CARTA ILUSTRADA (OPINIÓN)
LA MAGIA DE LAS SEMILLAS
Es milagroso que semillas que llevan mucho tiempo ocultas, de repente, un día se decidan a salir de la tierra. Eso sucede a menudo. Sabes que están ahí y confías en su vida. Podrías haberlas enterrado para siempre pero ellas son una especie de imán que te dicen lo maravillosa que es la vida. La verdad es que sucumbes a su magia y encanto, y te ves un día cuidándolas.
Las aportas más tierra para cubrirlas y que puedan germinar, luego las riegas con la seguridad de que tienen que salir adelante gracias a tus desvelos y después, esperas. Nunca se sabe cuánto tiempo debes esperar, pero hay una fe que te dice que debe ser así. Y un buen día salen multiplicadas tus esperanzas, sorprendiéndote y por fin ves recompensados tus esfuerzos y tu dedicación.
Merece la pena creer en las semillas, en la vida, en las personas en general, pero si encima se trata de tus semillas, de tu vida, de tus hijos, de tus amigos verdaderos... Entonces no hay nada capaz de contener esa fe que albergas hacia ellos.
Mis flores me han sorprendido una vez más. Quise confiar en ellas cuando no eran más que flores secas y las regué. No sospeché en el resultado que ha venido después, pero quise darles una oportunidad. Me dolía tirar por la borda el trabajo de un año, y sabía que ellas desaparecerían para siempre sin volver a verlas jamás. Quizás, en el mejor de los casos, hubieran alegrado otras terrazas pero nunca lo hubiera sabido ya.
De esta forma he tenido petunias, margaritas, bocas de dragón, plumas de muchos colores para poner y repartir por doquier. Luego, unas han prosperado más que otras, con los mismos cuidados y las menos no han resistido el cambio. Cuidaré de ellas y ellas me alegrarán con su presencia florida y desafiante. A veces hay flores que no vemos, que están ahí, esperándonos; pero nunca se nos ocurre pensar que nos necesitan, y entonces, ignorándolas, no pueden sorprendernos.
LA MAGIA DE LAS SEMILLAS
Es milagroso que semillas que llevan mucho tiempo ocultas, de repente, un día se decidan a salir de la tierra. Eso sucede a menudo. Sabes que están ahí y confías en su vida. Podrías haberlas enterrado para siempre pero ellas son una especie de imán que te dicen lo maravillosa que es la vida. La verdad es que sucumbes a su magia y encanto, y te ves un día cuidándolas.
Las aportas más tierra para cubrirlas y que puedan germinar, luego las riegas con la seguridad de que tienen que salir adelante gracias a tus desvelos y después, esperas. Nunca se sabe cuánto tiempo debes esperar, pero hay una fe que te dice que debe ser así. Y un buen día salen multiplicadas tus esperanzas, sorprendiéndote y por fin ves recompensados tus esfuerzos y tu dedicación.
Merece la pena creer en las semillas, en la vida, en las personas en general, pero si encima se trata de tus semillas, de tu vida, de tus hijos, de tus amigos verdaderos... Entonces no hay nada capaz de contener esa fe que albergas hacia ellos.
Mis flores me han sorprendido una vez más. Quise confiar en ellas cuando no eran más que flores secas y las regué. No sospeché en el resultado que ha venido después, pero quise darles una oportunidad. Me dolía tirar por la borda el trabajo de un año, y sabía que ellas desaparecerían para siempre sin volver a verlas jamás. Quizás, en el mejor de los casos, hubieran alegrado otras terrazas pero nunca lo hubiera sabido ya.
De esta forma he tenido petunias, margaritas, bocas de dragón, plumas de muchos colores para poner y repartir por doquier. Luego, unas han prosperado más que otras, con los mismos cuidados y las menos no han resistido el cambio. Cuidaré de ellas y ellas me alegrarán con su presencia florida y desafiante. A veces hay flores que no vemos, que están ahí, esperándonos; pero nunca se nos ocurre pensar que nos necesitan, y entonces, ignorándolas, no pueden sorprendernos.