TARDAJOS: Envolvían las palabras de la joven clarisa el reluciente...

Envolvían las palabras de la joven clarisa el reluciente oro de la calabaza mientras explicaba - deteniéndose de vez en cuando en la observación de que trasmitía lo aprendido por tradición oral- las conjeturas que sobre el peregrino portador de la reliquia habían hecho las personas de toda condición. Lo de la sirena y el mar, (había dicho el sabio capellán del convento), eran cosas tomadas de Plotino y que estuvieron de moda durante mucho tiempo en la iglesia. La persona del enigmático peregrino, desfigurada sin duda por el paso del tiempo, alimentaba suposiciones dispares:

¿Era el mismo Santiago, o el demonio, una vez más disfrazado de hermoso peregrino en la piadosa Senda? ¿O era una figuración del inevitable destino peregrinante de la humanidad, iniciado por nuestros Primeros Padres, tal como llegó a sugerir la amable Superiora?

He reconstruido, por primera vez que yo sepa, esta leyenda del viejo Camino del Hijo del Trueno. Tiempos y sabios vendrán a darle mejor forma o a exacrarla. Entretanto, leed, si gustáis:

Nadie sabía con certeza cómo había llegado aquel extraño peregrino ataviado con todos los atributos de su vocación, hermoso, descalzo, y en apariencia, sereno.

De su llegada corrían versiones fantásticas. Que, tras una tormenta, había caído del cielo junto con un montón de ranas en una charca enorme; la laguna del Pelayo la llamaban, y alguien quería recordar que hacía muchísimos años había ocurrido algo así. Cirilo, el pastor, con su propios ojos le había visto caer; y no era hombre dado a fantasías. Las ranas, con una cruz verdinegra en su lomo que recordaba al lagarto de la Orden de los Caballeros de Santiago, eran de una especie nueva, desconocida hasta entonces en Talacedo, y allí estaban a centenares, croando en la gran charca para dar testimonio de lo que había visto el pastor.

(continuará)