Este año, además de acompañarles en la misa, en la foto clásica, en el aperitivo, y en la foto junto al maestro, me invitaron a tomar café con ellos, pues la charla con Severiano debía continuar. Me tomé un descafeinado pero con azúcar, cambiando, porque yo los suelo tomar con miel; y él, el maestro, con sacarina por tanta dulzura como tiene en su sangre. Hablamos del pasado, y yo de lo que conozco, de las raíces de muchas personas... me voy. Pero lo pasé fenomenal, pues teníamos tantas cosas que contar, que comentar, que decir... Nos despedimos hasta el año que viene de esta feliz jornada.