LA HISTORIA DE UN ODIO ATROZ CONTRA DULCINEA
Todo se trajinó en el colegio, piensa para sí, Dulcinea, la que nunca tuvo voz, y de la muchos hablaron, a lo largo de la historia. Y ella, en el limbo de los justos. Justo es que si aprendió un día a escribir, le pasara lo mismo que a su querido Don Quijote de la Mancha que enfermara y se volviera tarumba, impregnada de una locura sin par que solo produce la escritura y la búsqueda de la verdad. Porque hay que estar muy enamorada de un pueblo para actuar de esa manera. Una locura y una defensa, que producen las letras y una pregunta que no tiene respuesta ¿Por qué, en todo este tiempo he sido tan vilipendiada, si lo único que he hecho es el bien, y bien veo que se me ha demonizado como si yo fuera la culpable de lo malo que haya sufrido este pueblo?.
Nada, que todo lo resolveré tomando un buen trago de esa pócima de mi amado, el muy nombrado caballero de la Mancha, mi pareja de hecho, literaria, el loco de atar de Don Quijote, ese que decía amarme y apenas si me vio una vez en toda su lastrada vida.
Me tomaré un buen trago del bálsamo de fierabras, o el antídoto contra la calumnia continuada de algunas que han influido mucho en mi mala fama. Mucha mala saña y mucha maldad se ha tejido en mi contra. Y todo porque una disponía de un espacio muy limitado, con el que no se podía dar gusto a todas. Pero lo más grave, fue eso, el disponer de ese espacio siquiera. Un crimen.
¿Pero cómo, a ella, que es del lejano Toboso, se le concede tal honor? ¿Y a mi que soy nacida, no? Y se equivocaba porque no era del Toboso, sino de un pueblo que nunca jamás había aparecido antes en la historia, y la tuvo, pero no fue nunca famoso, y si perdido allá en el insigne Señorío de Molina de Aragón. Y si alguna vez se llegó a hablar de él fue por un trágico suceso, y que si se sigue hablando, es por lo mismo. No se contentaron con arrasarlo, con no ayudarlo nunca, sino que ahora, esta tierra mía está igualada a la toda la Península Ibérica y sus ínsulas. Destinada a ser pasto de lobos que rigen el mundo en busca de un gas que al sacarlo, aniquilará la sin par naturaleza de que gozamos hoy en dia. Algo denostada, pero más se agriará pues la naturaleza es muy vengativa. Dios perdona siempre, el hombre a veces, y la naturaleza nunca. Ahí se ve muy claro, lo naturales que somos algunas que ni moras ni cristianas somos capaces de olvidar una ofensa. ¿Pero y las que infligimos nosotras, esas si hay que olvidarlas, enterrarlas y que no se vuelva a saber nunca de ellas? Seré de otra raza, pero no lo voy a consentir mientras pueda expresarme.
No, no soy una vulgar anafalbeta como siempre se me tachó en esta novela ni otras cosas peores que llegaron a decir de mi. Un día, quiso la educación de este descoyuntado país, que por fin accediera a la escritura, como si en vez de ir a un colegio, hubiera estado montada en un tiovivo, continuamente, y sin parar. De un lado a otro como si fuera nómada, sin rebaños y sin pastar ni siquiera una oveja.
Y no se me ocurrió otra que denunciar, que escribir lo que muy pocos escribieron. Pero eran de aquí, y yo no. ¡Vamos hombre, que venga de la chibamba y que se ocupe de algo tan del pueblo...! Sin pararse a ver que lo que defendía me pertenecía desde que el Conde Pedro y la Condesa Eva nos concedieran los fueros.
Eso por una parte, y por otra, la madre del cordero pascual.
Si, además esta entrometida quiso un día defender su puesto, que nadie la torease, no ser una mandada. Y no lo fue, y ese fue su delito. Pero, es que además tuvo la desfachatez de indagar en el pasado, de enterarse por qué tuvo que abandonar su puesto un grand Director. Todo por un jeroglífico. Será lo primero que explique la historia del jeroglífico que siendo secretaria me contaron. Porque una cosa es escribir algo en clave, y otra muy distinta que haya quien no lo explique. Y a mi, queridos contertulios, me lo explicaron de "p" a "pa", sin tapujos pues la presidenta de entonces, así lo creyó conveniente.
Primero, porque era la presidenta, y segundo porque no le gustaba engañar a nadie, y tercero, y eso lo supongo yo, porque a lo mejor el primer día no lo llegó a entender del todo. Y cuando todo pasó, todo lo que todavía no he contado, me dijo, que a ella le gustaría contar con mi amistad, por encima de todo lo que hubieran hecho o dicho otras. Y así fue y así es. Somos amigas, aunque no tengamos tiempo de dedicarnos muchas palabras, que cada cual tiene sus propios asuntos.
La Dulcinea, si tiene amigas, y no como algunas han dicho, que está sola, que nadie la quiere. Pero si es una figura literaria de la más pura invención cómo va a optar a una fraternidad tan variopinta como la que se puede dar aqui. Te quiero pero hundir en la miseria. Amores así mas matan que te puedan hacer vivir. El amor de Dulcinea no es de este mundo. Es una extraña locura de amor por un pueblo que está hechizado, que no le han permitido, en muchos años, ser quien es. Y por eso sigue esta loca en su empeño. Bien se conoce que es de tierras lejanas. Y que pueblo sea ahora sinónimo de país...
Todo se trajinó en el colegio, piensa para sí, Dulcinea, la que nunca tuvo voz, y de la muchos hablaron, a lo largo de la historia. Y ella, en el limbo de los justos. Justo es que si aprendió un día a escribir, le pasara lo mismo que a su querido Don Quijote de la Mancha que enfermara y se volviera tarumba, impregnada de una locura sin par que solo produce la escritura y la búsqueda de la verdad. Porque hay que estar muy enamorada de un pueblo para actuar de esa manera. Una locura y una defensa, que producen las letras y una pregunta que no tiene respuesta ¿Por qué, en todo este tiempo he sido tan vilipendiada, si lo único que he hecho es el bien, y bien veo que se me ha demonizado como si yo fuera la culpable de lo malo que haya sufrido este pueblo?.
Nada, que todo lo resolveré tomando un buen trago de esa pócima de mi amado, el muy nombrado caballero de la Mancha, mi pareja de hecho, literaria, el loco de atar de Don Quijote, ese que decía amarme y apenas si me vio una vez en toda su lastrada vida.
Me tomaré un buen trago del bálsamo de fierabras, o el antídoto contra la calumnia continuada de algunas que han influido mucho en mi mala fama. Mucha mala saña y mucha maldad se ha tejido en mi contra. Y todo porque una disponía de un espacio muy limitado, con el que no se podía dar gusto a todas. Pero lo más grave, fue eso, el disponer de ese espacio siquiera. Un crimen.
¿Pero cómo, a ella, que es del lejano Toboso, se le concede tal honor? ¿Y a mi que soy nacida, no? Y se equivocaba porque no era del Toboso, sino de un pueblo que nunca jamás había aparecido antes en la historia, y la tuvo, pero no fue nunca famoso, y si perdido allá en el insigne Señorío de Molina de Aragón. Y si alguna vez se llegó a hablar de él fue por un trágico suceso, y que si se sigue hablando, es por lo mismo. No se contentaron con arrasarlo, con no ayudarlo nunca, sino que ahora, esta tierra mía está igualada a la toda la Península Ibérica y sus ínsulas. Destinada a ser pasto de lobos que rigen el mundo en busca de un gas que al sacarlo, aniquilará la sin par naturaleza de que gozamos hoy en dia. Algo denostada, pero más se agriará pues la naturaleza es muy vengativa. Dios perdona siempre, el hombre a veces, y la naturaleza nunca. Ahí se ve muy claro, lo naturales que somos algunas que ni moras ni cristianas somos capaces de olvidar una ofensa. ¿Pero y las que infligimos nosotras, esas si hay que olvidarlas, enterrarlas y que no se vuelva a saber nunca de ellas? Seré de otra raza, pero no lo voy a consentir mientras pueda expresarme.
No, no soy una vulgar anafalbeta como siempre se me tachó en esta novela ni otras cosas peores que llegaron a decir de mi. Un día, quiso la educación de este descoyuntado país, que por fin accediera a la escritura, como si en vez de ir a un colegio, hubiera estado montada en un tiovivo, continuamente, y sin parar. De un lado a otro como si fuera nómada, sin rebaños y sin pastar ni siquiera una oveja.
Y no se me ocurrió otra que denunciar, que escribir lo que muy pocos escribieron. Pero eran de aquí, y yo no. ¡Vamos hombre, que venga de la chibamba y que se ocupe de algo tan del pueblo...! Sin pararse a ver que lo que defendía me pertenecía desde que el Conde Pedro y la Condesa Eva nos concedieran los fueros.
Eso por una parte, y por otra, la madre del cordero pascual.
Si, además esta entrometida quiso un día defender su puesto, que nadie la torease, no ser una mandada. Y no lo fue, y ese fue su delito. Pero, es que además tuvo la desfachatez de indagar en el pasado, de enterarse por qué tuvo que abandonar su puesto un grand Director. Todo por un jeroglífico. Será lo primero que explique la historia del jeroglífico que siendo secretaria me contaron. Porque una cosa es escribir algo en clave, y otra muy distinta que haya quien no lo explique. Y a mi, queridos contertulios, me lo explicaron de "p" a "pa", sin tapujos pues la presidenta de entonces, así lo creyó conveniente.
Primero, porque era la presidenta, y segundo porque no le gustaba engañar a nadie, y tercero, y eso lo supongo yo, porque a lo mejor el primer día no lo llegó a entender del todo. Y cuando todo pasó, todo lo que todavía no he contado, me dijo, que a ella le gustaría contar con mi amistad, por encima de todo lo que hubieran hecho o dicho otras. Y así fue y así es. Somos amigas, aunque no tengamos tiempo de dedicarnos muchas palabras, que cada cual tiene sus propios asuntos.
La Dulcinea, si tiene amigas, y no como algunas han dicho, que está sola, que nadie la quiere. Pero si es una figura literaria de la más pura invención cómo va a optar a una fraternidad tan variopinta como la que se puede dar aqui. Te quiero pero hundir en la miseria. Amores así mas matan que te puedan hacer vivir. El amor de Dulcinea no es de este mundo. Es una extraña locura de amor por un pueblo que está hechizado, que no le han permitido, en muchos años, ser quien es. Y por eso sigue esta loca en su empeño. Bien se conoce que es de tierras lejanas. Y que pueblo sea ahora sinónimo de país...