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Fui muy contenta a ver una buena actuación de danzas, como otras que ya había presenciado. Invité a una cuñada mía y se vino conmigo. Fui pronto, y lo primero que hice fue acercarme hasta donde estaba el director, y le comuniqué mi intención de hacer unas fotos y tomar algunas notas de lo que allí iba a acontecer.
José Ignacio fue muy complaciente, me explicó que tenían unas actuaciones y unos cuadros muy bonitos, que me iban a gustar. Con tan buenas palabras me fui a mi asiento, y a esperar. De lo que él me dijo, me puse a escribir y...
No daba crédito a lo que me pasó después, vino una mujer y me arrebató el cuaderno y el bolígrafo y me amenazó, que si escribía o fotografiaba, iba a hacerme lo mismo, quitarme la cámara de fotos. Me quedé sin capacidad de reacción, seca, y petrificada. Y como si fuera una piedra allí me quedé.
¿Qué podía hacer ante tanta violencia de actos y de palabras? ¿Irme a casa, montar una tremolina y quedar yo como culpable? No lo pensé siquiera, lo único que me salió fue quedarme como una estatua.
Además es que la actuación era benéfica. Lo que recaudaran iba a ser para una familia que se había quedado sin casa. ¿Era eso lo que querían ocultar, que no se supiera? Que si era un acto público, debería serlo con todas las consecuencias y si no lo era, que lo hubieran hecho en el salón de la casa de alguna.
Total que me intimidaron y no hice fotos, ni escribí, ni nada porque además pensé, no se lo merecen. Y cuando llegué a casa me puse a escribir, una carta que nunca he publicado. Me sirvió para desahogarme. Fue un ataque a la cultura.
Y como escribía para un medio, fui a pedir consejo a su director. Desde casa, y al día siguiente.
Lo que tengo claro es que quien me arrebató el bolígrafo y el cuaderno, a pesar de ser la presidenta, fue una mandada, por otra.
Es curiosísimo cómo una que no es la presidenta, hace a la presidenta que haga algo así. Y la que es la presidenta, lo haga sin pestañear. No lo hubiera creído si no me hubiera pasado aquello. ¡Qué experiencias!
José Ignacio fue muy complaciente, me explicó que tenían unas actuaciones y unos cuadros muy bonitos, que me iban a gustar. Con tan buenas palabras me fui a mi asiento, y a esperar. De lo que él me dijo, me puse a escribir y...
No daba crédito a lo que me pasó después, vino una mujer y me arrebató el cuaderno y el bolígrafo y me amenazó, que si escribía o fotografiaba, iba a hacerme lo mismo, quitarme la cámara de fotos. Me quedé sin capacidad de reacción, seca, y petrificada. Y como si fuera una piedra allí me quedé.
¿Qué podía hacer ante tanta violencia de actos y de palabras? ¿Irme a casa, montar una tremolina y quedar yo como culpable? No lo pensé siquiera, lo único que me salió fue quedarme como una estatua.
Además es que la actuación era benéfica. Lo que recaudaran iba a ser para una familia que se había quedado sin casa. ¿Era eso lo que querían ocultar, que no se supiera? Que si era un acto público, debería serlo con todas las consecuencias y si no lo era, que lo hubieran hecho en el salón de la casa de alguna.
Total que me intimidaron y no hice fotos, ni escribí, ni nada porque además pensé, no se lo merecen. Y cuando llegué a casa me puse a escribir, una carta que nunca he publicado. Me sirvió para desahogarme. Fue un ataque a la cultura.
Y como escribía para un medio, fui a pedir consejo a su director. Desde casa, y al día siguiente.
Lo que tengo claro es que quien me arrebató el bolígrafo y el cuaderno, a pesar de ser la presidenta, fue una mandada, por otra.
Es curiosísimo cómo una que no es la presidenta, hace a la presidenta que haga algo así. Y la que es la presidenta, lo haga sin pestañear. No lo hubiera creído si no me hubiera pasado aquello. ¡Qué experiencias!