¡Qué pena de árbol! Tantas alegrías como nos ha dado. Sin ir más lejos el año pasado cogimos una sensacional cosecha de nectarinas, tantas que combaban el árbolillo. Y este año, sin saber por qué, languidece. Quizás fue la helada, las plagas o una enfermedad... Le haremos un seguimiento, pero me han dicho que está fatal. No he podido acercarme a verlo con mis propios ojos, sólo que no tuvo flores. De momento me queda disfrutar de todas las conservas, también de otros frutos germinados y a esperar si vive o muere. Es así la vida de un árbol, y la pena es cuando se los mata en toda su fuerza. El tiempo lo dirá.