Primero se quisieron hacer estupendísimas casas en los prados, a la orillita del río Arlanzón. Alguien, con un recurso de alzada, acabó con el plan a la mitad. Un simple concejal echó abajo el novedoso plan. ¡Solo un concejal que veía el plan una ruina y una estafa! Ya no era interesante hacer la mitad de lo proyectado y se dejó de lado. El culpable fue el concejal durante mucho tiempo hasta que pude completar los datos y resulta que ese señor nos había evitado la pérdida de los prados, y su titularidad todavía es nuestra.
A tal tiempo viene un cantamañanas y nos engaña de nuevo, nos promete el oro y el moro, y firmamos porque íbamos a ser bendecidos por una ciudad deportiva ultra que iba atraer como moscas, justo lo que nos merecíamos. El plan se aborta desde Burgos pues los elegidos no fuimos, y dudo que lo seamos nunca si seguimos con la misma línea de siempre: dejarnos engañar por cualquier cantamañas que nos siga prometiendo lo que no nos va a dar nunca.
Pues aquellos proyectos que se firmaron desde el ayuntamiento los tuvimos que pagar mediante requerimiento judicial, por las firmas, no por los testimonios de nadie. Y de eso no se dio huevos a batir a nadie, sino que se pagó discretamente. Igual todavía dudamos de que somos perdedores por nuestra inocencia de creernos cualquier cosa que nos vendan.
A tal tiempo viene un cantamañanas y nos engaña de nuevo, nos promete el oro y el moro, y firmamos porque íbamos a ser bendecidos por una ciudad deportiva ultra que iba atraer como moscas, justo lo que nos merecíamos. El plan se aborta desde Burgos pues los elegidos no fuimos, y dudo que lo seamos nunca si seguimos con la misma línea de siempre: dejarnos engañar por cualquier cantamañas que nos siga prometiendo lo que no nos va a dar nunca.
Pues aquellos proyectos que se firmaron desde el ayuntamiento los tuvimos que pagar mediante requerimiento judicial, por las firmas, no por los testimonios de nadie. Y de eso no se dio huevos a batir a nadie, sino que se pagó discretamente. Igual todavía dudamos de que somos perdedores por nuestra inocencia de creernos cualquier cosa que nos vendan.