Luego la discriminación de unos vecinos con otros, promovida desde el Ayuntamiento también. Incluso en el mismo pleno haciendo distinciones entre los concejales buenos y los malos. A los buenos, se les perdona hasta que lleguen tarde, y se les pide disculpas por empezar sin ellos. A los malos no hace ni falta que describa cómo son tratados. La maldad viene dada por el grado de servilismo hacia el primer edil. Nula, por parte de la oposición, y total, por parte de los socios colaboradores y amigos que mandan o son requeridos para ser los verdugos. Y eso en un pleno... ¡Madre mía! a dónde hemos llegado.