A SUS MAJESTADES LOS REYES
Quiero Tardajos lleno de colores,
De vida, de dulzura y esperanza,
donde triunfe el arco iris tras la lluvia,
y luzca por fin sus mejores galas:
Que huela a pueblo perfumado,
cereales, esparceta y patata,
de cultivos de verano y de otoño,
rosas, laurel, hierbabuena y salvia,
orégano, lavanda, y fiel romero;
pinos, secuoyas, sabinas y hayas.
Canten melodías los niños en la escuela
Al arrullo de una mañana despejada.
Joyas que tuvo y hoy no se valoran.
Que sea portador de la palabra
como lo fue en los anales de su historia.
Quiero un Tardajos que en verdad reclama
verse libre del yugo de los lodos,
que en tanto tiempo ha supuesto una tara.
Que se resuelva de una vez, por todas,
nuestro contencioso, ahora en parada
y que se ha suspendido sin permiso,
como si eso no le importara nada.
Se necesita la decisión firme
y escrita del fin de esta maldita farsa.
Quiero que por fin, considere Burgos:
la ley no le da el derecho a dañar,
a ningún pueblo como aquí lo ha hecho.
Con las leyes en la mano, con palabras,
quiero un Tardajos que al fin se defienda
con estudios y análisis de aguas,
pruebas químicas de insanos olores.
Que defienda su patrimonio y casa,
Sus bienes naturales y subsuelo
Que luche por fin con sus propias armas.
Inscritas las enseñas en su escudo:
Sus dos calderas de oro grimpoladas,
, decenas de centelleantes sierpes
en el castillo de azur y oro, ¡y bravas!,
dan cobijo al legendario molino
de vetustas piedras de fina estampa.
¡Que llevan años en mortal desidia,
caída libre, y rinde tributo a la cizaña!.
Vuelva los ojos hacia su rica fama.
Al castro de un pueblo celta habitado
que labra páramos y airea la parva,
los turmogos, y luego, de romanos
que señalan la Vía de Aquitania.
En busca del control dominio patrio
muchos campamentos se instalan
en laderas y llanos frente al río.
Quiero que, en pos de la derrama,
Tardajos reclame, siglo por siglo,
Gloria, fama y valentía olvidadas.
Quiero Tardajos lleno de colores,
De vida, de dulzura y esperanza,
donde triunfe el arco iris tras la lluvia,
y luzca por fin sus mejores galas:
Que huela a pueblo perfumado,
cereales, esparceta y patata,
de cultivos de verano y de otoño,
rosas, laurel, hierbabuena y salvia,
orégano, lavanda, y fiel romero;
pinos, secuoyas, sabinas y hayas.
Canten melodías los niños en la escuela
Al arrullo de una mañana despejada.
Joyas que tuvo y hoy no se valoran.
Que sea portador de la palabra
como lo fue en los anales de su historia.
Quiero un Tardajos que en verdad reclama
verse libre del yugo de los lodos,
que en tanto tiempo ha supuesto una tara.
Que se resuelva de una vez, por todas,
nuestro contencioso, ahora en parada
y que se ha suspendido sin permiso,
como si eso no le importara nada.
Se necesita la decisión firme
y escrita del fin de esta maldita farsa.
Quiero que por fin, considere Burgos:
la ley no le da el derecho a dañar,
a ningún pueblo como aquí lo ha hecho.
Con las leyes en la mano, con palabras,
quiero un Tardajos que al fin se defienda
con estudios y análisis de aguas,
pruebas químicas de insanos olores.
Que defienda su patrimonio y casa,
Sus bienes naturales y subsuelo
Que luche por fin con sus propias armas.
Inscritas las enseñas en su escudo:
Sus dos calderas de oro grimpoladas,
, decenas de centelleantes sierpes
en el castillo de azur y oro, ¡y bravas!,
dan cobijo al legendario molino
de vetustas piedras de fina estampa.
¡Que llevan años en mortal desidia,
caída libre, y rinde tributo a la cizaña!.
Vuelva los ojos hacia su rica fama.
Al castro de un pueblo celta habitado
que labra páramos y airea la parva,
los turmogos, y luego, de romanos
que señalan la Vía de Aquitania.
En busca del control dominio patrio
muchos campamentos se instalan
en laderas y llanos frente al río.
Quiero que, en pos de la derrama,
Tardajos reclame, siglo por siglo,
Gloria, fama y valentía olvidadas.