"Cuando veas las barbas de tus vecinos pelar, echa las tuyas a remojar"
Es un refrán que a mí, conociendo la historia y las leyendas castellanas, me ha servido en mi propia vida. He podido, muchas veces identificar de dónde podría venir ciertas maldades contra mi, las zancadillas, a mí o a personas allegadas, y muchas veces he podido identificar ese germen tan dañino como es la envidia. ¿De qué? ¿De ser una, franca y castellana, de adherirme a mis raíces, de no ir por ahí mendigando nada y de conformarme con lo que tengo realmente y además valoro?
Menos mal que llegó la época cidiana a nuestros días. Y luego todavía no queremos saber nada del insigne castellano que nos humanizó de tanta barbarie como hubo en el pasado. Predominaba, ojo por ojo y diente por diente. Luego, ya no, ya fueron las leyes las que nos podían conceder la justicia.
Lo malo es que para algunos las leyes no son de debido cumplimiento. De su capa hacen un sayo. Lo estrecho para tí, lo ancho para mí. Y entonces, no hay justicia.
O otra cosa que yo aprendí en mi tierra fue a respetar las leyes del juego. A tener derechos y obligaciones. No todo me pertenece. Tengo que compartir obligaciones y deberes; que eso me otorgan derechos. Y si no es así, mal podemos convivir unos con otros.
Es un refrán que a mí, conociendo la historia y las leyendas castellanas, me ha servido en mi propia vida. He podido, muchas veces identificar de dónde podría venir ciertas maldades contra mi, las zancadillas, a mí o a personas allegadas, y muchas veces he podido identificar ese germen tan dañino como es la envidia. ¿De qué? ¿De ser una, franca y castellana, de adherirme a mis raíces, de no ir por ahí mendigando nada y de conformarme con lo que tengo realmente y además valoro?
Menos mal que llegó la época cidiana a nuestros días. Y luego todavía no queremos saber nada del insigne castellano que nos humanizó de tanta barbarie como hubo en el pasado. Predominaba, ojo por ojo y diente por diente. Luego, ya no, ya fueron las leyes las que nos podían conceder la justicia.
Lo malo es que para algunos las leyes no son de debido cumplimiento. De su capa hacen un sayo. Lo estrecho para tí, lo ancho para mí. Y entonces, no hay justicia.
O otra cosa que yo aprendí en mi tierra fue a respetar las leyes del juego. A tener derechos y obligaciones. No todo me pertenece. Tengo que compartir obligaciones y deberes; que eso me otorgan derechos. Y si no es así, mal podemos convivir unos con otros.