CUEVAS DE LOS PORTUGUESES: ORIGEN DEL NOMBRE
Las Cuevas de los Portugueses son un conjunto de habitaciones rupestres excavadas en la
roca de los cortados que flanquean el arroyo de las Torcas o de Tartalés (
Trespaderne) justo antes de su desembocadura en el
río Ebro y al lado de la N-629.
Se trata de una aldea rupestre o comunidad eremítica vinculada en origen a la fuerte presencia visigoda que hubo en toda la boca norte del desfiladero de la Horadada como consecuencia del control que necesitó ejercer el reino de
Toledo sobre el territorio de las Bardulias (la llanada de Villarcayo-Medina), perteneciente al Ducado de
Cantabria.
Hoy vamos a centrarnos en las raíces de este curioso nombre. Resulta común encontrarse con textos que lo vinculan a la reocupación que experimentaron estas
grutas por trabajadores portugueses que trabajaron en el
canal hidroeléctrico de Trespaderne. ¿Sin embargo, cuánto hay de verdad en esto? La verdad es que nada. Este canal discurre desde la presa de Cereceda en Valdivielso hasta una central eléctrica a la entrada de Trespaderne. Su construcción, al igual que la del
embalse, no data de principios del siglo XX como se repite insistentemente sino de 1946 y al parecer, al igual que en el caso del
Túnel de La Engaña, también fueron obligados a trabajar en esta obra represaliados franquistas. Pero ni rastro de portugueses.
Conchi Llanos, que nació y vivió junto a estas cuevas, lo explica muy bien: "Estas cuevas, mal llamadas de los Portugueses, verdaderamente deben ser prehistóricas, pero durante el período que duró la construcción hidroeléctrica del canal de Trespaderne no las ocuparon los portugueses, porque yo nací en la Venta de los Jerseys y mi padre tenía una
noria con tracción hidráulica en La Torca, junto a dichas cuevas, y pudimos ver que quienes las ocupaban eventualmente eran los gitanos, o los muchos pobres y tullidos que quedaron después de la guerra, pero nunca hubo un asentamiento de Portugueses."
Una segunda hipótesis, más verosímil, es que el nombre de
Cueva de los Portugueses provenga de su reutilización como viviendas a principios del siglo XX por los trabajadores del ferrocarril Santander-Mediterráneo.
Las obras de este ferrocarril comenzaron en 1925 con una celeridad asombrosa. Hasta 5.000 personas trabajaron simultáneamente en los diferentes tramos de la
vía. El tramo que nos ocupa, Peñahorada-Trespaderne, se puso en servicio el 5 de noviembre de 1929, tras unos dos años de obras y es de suponer que el tramo de la Horadada no les llevase más de un año. Había obreros de todas las partes de
España (especialmente del Sur) y también está constatada la presencia de trabajadores portugueses, como se muestra en esta noticia del ABC del 1 de marzo de 1928: "Cerca de Torrepaja (
Zaragoza), en las obras de construcción del ferrocarril Santander-Mediterráneo, un barreno, al estallar, alcanzó al súbdito portugués Modesto de Silva, matándolo."
En la zona de la Horadada, el principal asentamiento de trabajadores estaba en
Oña, donde aún pueden observarse numerosos
edificios de aquella época. Además la vía férrea discurre al otro lado del Ebro desde Oña hasta casi la entrada en Trespaderne, por lo que alojarse en estas cuevas para trabajar al otro lado del río no resultaba muy lógico ni factible. Tal vez se alojasen aquí al trabajar en el siguiente tramo Trespaderne-Cidad. Tal vez no se sintieran especialmente cómodos en una tierra extraña y no les quedase más opción que residir en estas cuevas, que distan solo 2,5 km de Trespaderne, mientras duraron las obras... Demasiadas dudas aún.
Pero, sobre todo, queda la duda de qué nombre recibían las cuevas antes de esta breve ocupación temporal por parte de unos obreros portugueses. No hemos encontrado ninguna documentación al respecto. Es improbable que fuese algún
santo, puesto que hubiese pervivido su nombre respecto al actual. Posiblemente fuese CUEVAS DE LA TORCA (como apunta Conchi Llanos en su testimonio) o CUEVAS DE ARROYO DE LAS TORCAS como la denominan ya en algunos sitios web. Imposible preguntar a los más mayores ya, por desgracia.
Foto de Iñaki Rojo.