“De nuevo he visitado
Villalibado. Hay algo en este
pueblo del silencio que me atrae, por eso lo visito una y otra vez. Creo que es su
paisaje castellano de todas las gamas, su
mar verde veteado de
sombras románico-góticas, sus rastrojos dorados en los atardeceres de fin del mundo, allá por la majestuosa y vigilante Peña Amaya. En esta última visita, ya en los estertores de agosto, he visto que la vieja nogala, de la que ya os hablé en otra ocasión, queridos
amigos de este Cajón de Sastre, ha muerto, ya lo esperábamos. Su esqueleto a
contraluz, con sus fantasmagóricos y secos ramajes abrazando el
cielo, bien merece un
homenaje, y sé que los hermanos Ansótegui, que han llenado de vida este lugar, reconstruyendo
ruinas y creando un conjunto de edificaciones ejemplares, se lo darán, lo sé. Su sensibilidad creativa les ha llevado al respeto arquitectónico para compaginar lo que hubo ayer y el bienestar que se requiere hoy (Elías Rubio)