Hablar de Villalibado es hablar del Ave Fénix.
Un pueblo pequeño, casi condenado, del que la mayoría de sus habitantes se alejaron hace muchos, muchos años. Sólo algunos volvían a visitarlo en verano, cuando la vida y el sol les permitía hacerlo.
Es un lugar querido. Aquellos que permanecieron en él supieron quererle durante todo este tiempo, pese a sus canas, sus arrugas, su cansancio y su melancolía. Nunca estuvo totalmente abandonado. Nunca solo. Siempre hubo alguien dispuesto a regresar, aun...