Llegaba el mes de Agosto y todo eran prisas: por ir a segar a mano, con la hoz y la zoqueta, luego a hacer gavillas y atarlas con las mismas cañas del cereal, amontonarlas para después cargarlas en el carro y con el lento caminar de aquellos bueyes asturianos llevarlas a la era, donde se extendían y se dejaba un tiempo para que se calemtasen las cañas del trigo y poder triturarlas mejor el trillo.
Hacia las 12 del mediodía, cuando más calentaba el Sol, comenzaba la diaria rutina de dar vueltas y más vueltas, sentado en el trillo, alrededor de la era circular,
hasta que la paja se volviera de una medida concreta para después separarla del trigo con la máquina de beldar. ¡Qué duros eran los trabajos en el campo!. Y si llegaba un día de tormenta, todo el pueblo acudía en ayuda de las parvas más retrasadas, ayudando a recogerlas y taparlas con sacos para que el grano no fermentase. ¡Dichosos veranos cuando disfrutábamos com enanos!. ¡Cuánta felicidad teníamos en nuestros corazones y Almas!. ¡Y cómo se compartía un pedazo de pan cocido en el horno del pueblo y preparado por nuestra Madre con todo cariño...!
Hacia las 12 del mediodía, cuando más calentaba el Sol, comenzaba la diaria rutina de dar vueltas y más vueltas, sentado en el trillo, alrededor de la era circular,
hasta que la paja se volviera de una medida concreta para después separarla del trigo con la máquina de beldar. ¡Qué duros eran los trabajos en el campo!. Y si llegaba un día de tormenta, todo el pueblo acudía en ayuda de las parvas más retrasadas, ayudando a recogerlas y taparlas con sacos para que el grano no fermentase. ¡Dichosos veranos cuando disfrutábamos com enanos!. ¡Cuánta felicidad teníamos en nuestros corazones y Almas!. ¡Y cómo se compartía un pedazo de pan cocido en el horno del pueblo y preparado por nuestra Madre con todo cariño...!