Una
flor que hemos visto florecer en nuestro
pueblo desde siempre, tanto en las linderas de los
caminos como en sus bordes, pero también en las tumbas y en el terreno del
cementerio. Más que por la flor, la apreciábamos por su semilla redonda y plana que nos la comíamos tras pelarla; la llamábamos los panecillos de la malva; no la hemos considerado nunca como flor de
jardín a la que cuidábamos y protegíamos, sino como aquella planta que, creciendo entre el trigo, había que escardarla y tirarla afuera, como se hacía con los cardos y otras hierbas "malas".
La malva ha sido una planta muy útil y apreciada como vegetal y como planta medicinal. ¡Cómo cambiamos, con el tiempo, el aprecio por las cosas!
La guía turística de la ruta villustina ofrece la oportunidad de observar y apreciar la flor de malva como flor
ornamental y embellecedora de nuestro entorno