Nunca olvidaré a las monjas de clausura que, a través de una reja, me informaron que, como una excepción, me abrirían las puertas de la iglesia. Yo no las ví pero ellas seguramente observarían qué hacía allí durante los quince minutos que me concedieron. También una señora conversó conmigo. Estuve en el monasterio y en la Iglesia en un viaje que hice en. 1975. Fue un viaje estrictamente literario y allí me llevó buscar huellas del Cid Campeador