Tras muchos años de olvido, el
Pendón, volvió a salir. Aquel momento lo interpreté con el
pastel que hoy cuelgo.
El
verano pasado volví a disfrutar de esa manifestación festiva que nos proporciona el pasearlo y, además, me sorprendió muy gratamente ver la pradera tan verde. Ese gusanillo que todos llevamos dentro, cuando se trata de las cosas del
pueblo, me predispuso a la reflexión y surgió algo que transcribo para vosotros, dedicándoselo a los/as que cada año hacen lo posible para que la
fiesta continúe.
El pendón
Hay fiesta en la
ermita verde
- dulzaina, gaita y tambor -.
Con vestidos de domingo y mejor disposición,
vino la gente del pueblo:
del
barrio alto bajó,
sólo por echar el rato y ver
bailar el pendón.
En las zarzas de la cuesta,
junto a la
fuente de tierra,
tiene el
nido un ruiseñor
que trina al son de la gaita,
cuando enmudece el tambor;
ya se arranca la dulzaina...,
¡los tres le cantan al sol!
Entre los plateados chopos
fluye un caudal..., un hilito de ilusión,
y hay una jarra de barro,
de barro de "perigüela", pero que nunca se llena.
Tras el pendón rojo y verde,
¡la enseña!,
volverá en masa la gente
por la orilla de la cuesta.
Un paisano de Sabino Ordás