La contemplación de la
puesta de sol que refleja la
foto, mucho mas bonita al natural, pues durante unos minutos tuve oportunidad de percibir la sucesión de cambios de
color, y de la intensidad de sus distintos tonos, hasta el momento del ocaso, despertó en mí el interés por hacer una reflexión comparativa sobre el último tramo de nuestra vida, la vejez.
De esa reflexión plácida y tranquila, cuasi balsámica, como el momento que acababa de disfrutar, surgió lo siguiente:
La vejez
¡Cuan poco queda del día!
un breve resquicio de sol...,
un leve tono bemol...,
¡el declinar de la vida!
Al llegar a esta orilla,
después de cruzar el
río,
en ocasiones bravío,
el ímpetu se concilia.
Y es que el tono anaranjado,
que al ocaso acompaña,
que por igual todo empaña,
de amor y paz va colmado.
Por experiencias sufridas,
la vejez, ¡harto ilustrada!,
irradia luces naranjas,
como el sol cuando declina.
Lo ve todo con paciencia,
con humildad y..., ¡a conciencia!,
refleja sabiduría
sin ninguna prepotencia.
Es otro tipo de ciencia,
espejo de actuación;
fija en ella tu atención:
¡Es la voz de la experiencia!
Con especial dedicación a los mayores del
pueblo, algunos muy solos y todos cada vez mas desangelados y, quizá por ello, cada vez mas olvidados por los mas jóvenes, dada la desidia y negligencia de éstos, sálvese el que pueda y que nadie se dé por aludido, y por las instituciones que pasivamente les contemplan.
Un cordial saludo.
Un paisano de Sabino Ordás.