Muestra del resultado de la cogida de
setas, en un rato por la mañana, perfectamente recolectadas -cortando con la navaja por la base del pie y sin hurgar en el terreno- y transportadas, en una cesta de tablillas para facilitar que, las "esporas" que se desprendan, puedan caer al suelo y germinar. La cesta de mimbres también es adecuada; no sucede lo mismo con la bolsa de plástico ni con la mochila o fardel: setero malo será el que no utilice el instrumental o herramientas adecuadas en esta faena, así como el que arranque la
seta en vez de darle el corte en la base del pie.
La imagen del setero buscando y recogiendo setas trajo a mi mente otras imágenes semejantes, como las de los rebuscadores de otros
frutos. De la consiguiente reflexión sobre ellas, surgió el trabajillo que inserto a continuación.
El rebusco
Al son de viejas
costumbres,
muy arraigadas en el
campo,
rebusca la espigadora
lo que deja desechado
el labrador en sus tierras,
una vez que ha cosechado.
Recorrido ya el rastrojo
con mirada inquiritoria
y atropadas las espigas...,
con el saco lleno al hombro,
regresa la espigadora
algo encorvado el dorso.
Terminada la vendimia,
por aquel uso aceptado,
otro tanto hace en la viña
un rebuscador pausado,
recogiendo muchas ganchas
y aquel racimo olvidado.
Esta práctica aceptada,
que se aplicaba a más frutos,
al pobre del lugar daba
la oportunidad de entrar
en las
fincas que no hubo
a ponerse a rebuscar.
Muchos hacían su agosto
y su miseria aliviaban;
mas esta usanza aceptada
con sus normas cabalgaba:
-"El respeto de los tiempos
y la propiedad privada."-
Siendo práctica local
la institución se mantuvo;
la presencia de foráneos,
altamente organizados,
y los destrozos causados
en el medio natural
propiciaron la caída
de esta usanza ancestral.
Con especial dedicación a los seteros del
pueblo, que me consta que los hay y muy buenos.
Un cordial saludo para todos.
Un paisano de Sabino Ordás