En recuerdo de un entrañable paisano.
¡Oh, gran peral de mi
huerto!
Te ví, en mi infancia, crecer
y, hoy, te veo aquí muerto.
Un revoltijo de ramas,
de blancas
flores cubierto,
eras tú, ¡que bien frondabas!
Tronco esteril, seco y viejo,
como yo, al llegar al fin,
¿sueñas con pasados tiempos?