Paseo vespertino
Paseaba yo ayer tarde
por la ribera del
río,
allá abajo, do los chopos
(gran macizo de hojas verdes)
entre gordos y altos troncos.
Por no romper el silencio
pisaba suave en el cesped:
sentí el murmullo del
agua
y el mirarme de los peces.
El pájaro azul huía
rompiendo veloz el aire;
yo me alegré al verme solo
a pesar de aquel desaire.
Mirando estuve hacia el río
por un tiempo inacabable,
viendo alargarse las
sombras
y a los peces contemplarme.
Me sentí dentro del agua,
por
reflejos ancestrales,
como algo no distinto
entre los peces iguales.
Ellos me vieron su forma,
se acercaron a rozarme;
sentí su suave contacto
que me estimuló a quedarme.
Me retardé hasta el ocaso
que, en desliz de un flotar suave,
fui saliéndome a la orilla
viendo a la luna en el aire.
Con la quietud y el silencio
volvió el pájaro al acecho;
en el caer de la tarde
movió las hojas el viento.
El
reflejo de la luna,
ayer tarde, ya muy tarde,
tapó a mi vista los peces,
que ¿dejaron de mirarme?
Un paisano de Sabino Ordás.