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Entrada al huerto de Emeterio.- Pastel, ARDON

Aunque sobre este tema ya colgué una fotografía hace tiempo, espero me disculpéis que insista, pues es que para mí la barda que hay sobre la puerta tiene una significación especial: en ella cada año de mi niñez anidó siempre una pareja de pardillos y primero la fotografié, después la reproduje al pastel y, a partir de hoy, quiero compartir con vosotros también la pintura.
Lo extraordinario del caso es que todos los años el nido fue respetado y la collera de turno logró sacar adelante sus crías año tras año, lo cual considero que fue algo insólito.
Un caso similar se dio también todas aquellas primaveras en un pequeño peral que había en el corral de la casa donde vivía don José, el maestro, aunque aquí el nido lo hacían jilgueros.
Cuando rememoro estos hechos siempre entiendo perfectamente que los últimos sacaran adelante su prole sin dificultad, pues don José ponía incluso una malla de alambre alrededor del tronco del arbolito para impedir que treparan los gatos hasta el nido y por supuesto, una vez hecha esta faena, al corral se salía lo menos posible para no molestar; el seguimiento del proceso y actividad de la collera se hacía desde la cocina a través de la ventana... Pero que los pardillos sacaran adelante sus nidadas, como queda dicho, teniendo en cuenta que las visitas eran muchas diariamente, nido situado en plena calle y al alcance de la mano, cuando otras especies en similares circunstancias terminaban aborreciéndolo, es algo que no he llegado a explicármelo nunca. ¿...?
Con un recuerdo especial para Anca.
Un cordial saludo a todos.
Un paisano de Sabino Ordás.
(Agosto de 2002)