¡Hola a todos! ¡Hola, "desde el Balsero"!
Me consta que has intentado mejorar la calidad de la foto en blanco y negro y que no ha podido ser. No importa, describiremos otro "Día de Corpus" y que, los que nos siguen, imaginen el que yo comento y comparen.
La fotografía en blanco y negro, año arriba año abajo, es de 1.960; la en color es de 2.015 y, últimamente, la hemos destacado en solitario. Ellas son el reflejo de la procesión del "Día del Corpus" de los años correspondientes; ahora os traslado resumen de una reseña que hice sobre el citado día, pero del año 1.951, a fin de que tengáis una referencia sobre dicha celebración.
Para darle más vida al relato, en determinados momentos del mismo, me erijo en protagonista: os ruego disculpéis esta licencia que me tomo.
La diana fue realmente floreada, espectacular desde mi punto de vista: con la orquesta -tamboritero, saxofonista, trompetista, gaitero y acordeonista- interpretando pasodobles, boleros, corridos y canciones folclóricas iban por delante tres mozos tirando cohetes y marcando el itinerario callejero a recorrer, casi todo el del pueblo, seguidos de unos cuantos chavales, que salíamos corriendo y peleándonos por coger las varillas de aquéllos, una vez explotados, al caer; a continuación un buen contingente de mozos acompañaba a los músicos, que en fila ocupaban la calle de lado a lado.
A nuestro paso, los que hacían alfombra vegetal en el suelo -esparciendo carrizas, juncias, pétalos de rosas, tomillo, espliego, cantueso, romero, hinojo, ramitas de escoberas floridas y otras hierbas aromáticas- y colocaban ramas de chopo delante de las fachadas de sus casas, adornándolas para cuando pasara la procesión, si ésta lo hacía por su calle, paraban para intercambiar jocosos saludos con los que integraban la comitiva y contemplar su paso sonrientes. Otro tanto hacían muchas mujeres, a las puertas de sus casas o desde las esquinas de las calles laterales, también con semblante alegre y festivo.
Después de desayunar -chocolate con bollos y una rosca, dulces hechos en casa- y de arreglarme -este año estrené un traje de pantalones largos y bombachos, zapatos marrones con cordones, una camisa y, por primera vez una corbata- fui a llevar un botellón de dos litros de aguardiente, siguiendo una antigua costumbre, al Sr. Cura y allí, en la casa rectoral, coincidí con el yerno del "Artillero" que también le llevaba un presente: un garrafón grande de vino.
A media mañana, cuando tocaron a misa, comenzaron a bolear las campanas -las dos grandes y las dos chicas- sonó un bombazo y, al instante, también la música de la orquesta. A los compases de ésta, la "comisión de festejos" (tres mozos) un nutrido grupo de hombres y muchos chavales fueron a buscar a las autoridades del pueblo en primer lugar y, a continuación, vinieron todos hasta la casa parroquial para recoger a los sacerdotes que oficiarían en la misa y acompañarles hasta la iglesia. Cuando pasaron por nuestra calle, vivimos al lado de dicha casa, me uní a ellos.
Los curas también vestían de gala -sotana nueva, zapatos finos, teja y manteo- y se les notaba muy satisfechos.
La iglesia estaba abarrotada: Allí estaba prácticamente toda la gente del pueblo y muchos invitados que habían venido de los pueblos vecinos y de la capital. Nosotros, los niños y el maestro, tuvimos que ponernos en la parte de atrás de la iglesia, en el espacio de la misma que normalmente queda vacío entre los últimos reclinatorios de las mujeres y los bancos de debajo del coro, pues en el que habitualmente nos situamos los domingos a la hora de la misa, zona delantera, anterior a los escalones de subida al presbiterio y estos mismos, estaba cubierta por la alfombra roja de terciopelo y reservada para los niños que habían hecho la "primera comunión" unos días antes.
El "altar mayor" apareció hoy muy engalanado: floreros repletos de flores -gladiolos, azucenas, rosas de varios colores...- por todos los lados; los candeleros -tres a cada lado del altar y con velas nuevas encendidas- eran los grandes de plata, los de orfebrería; en el lado opuesto al de la sacristía un sofá nuevo de color rojo-burdeos ocupaba el lugar donde, hasta hoy, había habido un escaño de madera.
Las imágenes que iban a salir en la procesión -Niño Jesús, Virgen del Rosario, Corazón de Jesús, San Isidro y la Milagrosa- estaban todas colocadas en sus andas correspondientes, convenientemente preparadas y distribuidas por la iglesia, bien al lado de su altar respectivo, bien en la zona de atrás, junto a nosotros.
Según costumbre inmemorial en esta festividad, la misa fue solemne, asistida -presbítero (el párroco del pueblo, D. Antonio) diácono (el cura de Villalobar, D. Amador, natural de Valdevimbre) y subdiácono (un hijo del pueblo, curato de Benazolve, D. Ubaldo) quien entonó la epístola- y cantada, "la Sacramental", por el coro de hombres al completo: Raimundo, el tío José, Valeriano, D. Joaquín, Petronilo, Maximino, Felipe (Flecha) y Micael, que con su voz cascada moduló en solitario y a su manera el "et incarnatus est..." En el momento de la "consagración-elevación" la orquesta interpretó el "himno nacional".
Una vez concluida la misa se organizó la procesión. En ella abría la marcha el pendón, perfectamente orquestado por un grupo de hombres, la mayor parte de ellos mozos, portadores del mismo y artificieros, estos responsables de tirar cohetes y aquéllos de mantenerlo en pie durante todo el recorrido, salvo cuando un cable del tendido eléctrico cruzaba la calle de esquina a esquina; a continuación la cruz de guía y los farolillos, también piezas de orfebrería, los últimos llevados por dos acólitos revestidos y aquélla por el sacristán, y detrás los niños y las niñas, en dos hileras y acompañados por el maestro y la maestra respectivamente; seguían, escalonadamente, las imágenes que salieron, algunas de ellas precedidas del estandarte correspondiente, portadas y acompañadas por sus devotos, hombres y mujeres; por delante de la custodia, que llevaba el párroco bajo palio sostenido por seis hombres mayores, uno a cada vara, iban los niños de "primera comunión", ataviados con sus trajes de dicha ceremonia, tirando pétalos de rosas; a uno y otro lado un nutrido y compacto grupo de mujeres y, cerrando la comitiva las autoridades y los organizadores de las fiestas con la orquesta, inmediatamente detrás, interpretando piezas religiosas alternando con cánticos del coro de las mozas.
Terminado el acto religioso, un grupo de mozos, muchos chavales, los responsables de organización y las autoridades, a los sones de la música, acompañaron a los sacerdotes hasta la casa rectoral, donde se despidieron todos.
Los chavales nos fuimos a la Plaza de la Quintana y, los mozos, con sus invitados, a los bares a tomar el vermouth.
Mañana completaré el comentario, pues no me permiten ponerlo todo de una vez.
Un cordial saludo para todos.
Un paisano de Sabino Ordás.
Me consta que has intentado mejorar la calidad de la foto en blanco y negro y que no ha podido ser. No importa, describiremos otro "Día de Corpus" y que, los que nos siguen, imaginen el que yo comento y comparen.
La fotografía en blanco y negro, año arriba año abajo, es de 1.960; la en color es de 2.015 y, últimamente, la hemos destacado en solitario. Ellas son el reflejo de la procesión del "Día del Corpus" de los años correspondientes; ahora os traslado resumen de una reseña que hice sobre el citado día, pero del año 1.951, a fin de que tengáis una referencia sobre dicha celebración.
Para darle más vida al relato, en determinados momentos del mismo, me erijo en protagonista: os ruego disculpéis esta licencia que me tomo.
La diana fue realmente floreada, espectacular desde mi punto de vista: con la orquesta -tamboritero, saxofonista, trompetista, gaitero y acordeonista- interpretando pasodobles, boleros, corridos y canciones folclóricas iban por delante tres mozos tirando cohetes y marcando el itinerario callejero a recorrer, casi todo el del pueblo, seguidos de unos cuantos chavales, que salíamos corriendo y peleándonos por coger las varillas de aquéllos, una vez explotados, al caer; a continuación un buen contingente de mozos acompañaba a los músicos, que en fila ocupaban la calle de lado a lado.
A nuestro paso, los que hacían alfombra vegetal en el suelo -esparciendo carrizas, juncias, pétalos de rosas, tomillo, espliego, cantueso, romero, hinojo, ramitas de escoberas floridas y otras hierbas aromáticas- y colocaban ramas de chopo delante de las fachadas de sus casas, adornándolas para cuando pasara la procesión, si ésta lo hacía por su calle, paraban para intercambiar jocosos saludos con los que integraban la comitiva y contemplar su paso sonrientes. Otro tanto hacían muchas mujeres, a las puertas de sus casas o desde las esquinas de las calles laterales, también con semblante alegre y festivo.
Después de desayunar -chocolate con bollos y una rosca, dulces hechos en casa- y de arreglarme -este año estrené un traje de pantalones largos y bombachos, zapatos marrones con cordones, una camisa y, por primera vez una corbata- fui a llevar un botellón de dos litros de aguardiente, siguiendo una antigua costumbre, al Sr. Cura y allí, en la casa rectoral, coincidí con el yerno del "Artillero" que también le llevaba un presente: un garrafón grande de vino.
A media mañana, cuando tocaron a misa, comenzaron a bolear las campanas -las dos grandes y las dos chicas- sonó un bombazo y, al instante, también la música de la orquesta. A los compases de ésta, la "comisión de festejos" (tres mozos) un nutrido grupo de hombres y muchos chavales fueron a buscar a las autoridades del pueblo en primer lugar y, a continuación, vinieron todos hasta la casa parroquial para recoger a los sacerdotes que oficiarían en la misa y acompañarles hasta la iglesia. Cuando pasaron por nuestra calle, vivimos al lado de dicha casa, me uní a ellos.
Los curas también vestían de gala -sotana nueva, zapatos finos, teja y manteo- y se les notaba muy satisfechos.
La iglesia estaba abarrotada: Allí estaba prácticamente toda la gente del pueblo y muchos invitados que habían venido de los pueblos vecinos y de la capital. Nosotros, los niños y el maestro, tuvimos que ponernos en la parte de atrás de la iglesia, en el espacio de la misma que normalmente queda vacío entre los últimos reclinatorios de las mujeres y los bancos de debajo del coro, pues en el que habitualmente nos situamos los domingos a la hora de la misa, zona delantera, anterior a los escalones de subida al presbiterio y estos mismos, estaba cubierta por la alfombra roja de terciopelo y reservada para los niños que habían hecho la "primera comunión" unos días antes.
El "altar mayor" apareció hoy muy engalanado: floreros repletos de flores -gladiolos, azucenas, rosas de varios colores...- por todos los lados; los candeleros -tres a cada lado del altar y con velas nuevas encendidas- eran los grandes de plata, los de orfebrería; en el lado opuesto al de la sacristía un sofá nuevo de color rojo-burdeos ocupaba el lugar donde, hasta hoy, había habido un escaño de madera.
Las imágenes que iban a salir en la procesión -Niño Jesús, Virgen del Rosario, Corazón de Jesús, San Isidro y la Milagrosa- estaban todas colocadas en sus andas correspondientes, convenientemente preparadas y distribuidas por la iglesia, bien al lado de su altar respectivo, bien en la zona de atrás, junto a nosotros.
Según costumbre inmemorial en esta festividad, la misa fue solemne, asistida -presbítero (el párroco del pueblo, D. Antonio) diácono (el cura de Villalobar, D. Amador, natural de Valdevimbre) y subdiácono (un hijo del pueblo, curato de Benazolve, D. Ubaldo) quien entonó la epístola- y cantada, "la Sacramental", por el coro de hombres al completo: Raimundo, el tío José, Valeriano, D. Joaquín, Petronilo, Maximino, Felipe (Flecha) y Micael, que con su voz cascada moduló en solitario y a su manera el "et incarnatus est..." En el momento de la "consagración-elevación" la orquesta interpretó el "himno nacional".
Una vez concluida la misa se organizó la procesión. En ella abría la marcha el pendón, perfectamente orquestado por un grupo de hombres, la mayor parte de ellos mozos, portadores del mismo y artificieros, estos responsables de tirar cohetes y aquéllos de mantenerlo en pie durante todo el recorrido, salvo cuando un cable del tendido eléctrico cruzaba la calle de esquina a esquina; a continuación la cruz de guía y los farolillos, también piezas de orfebrería, los últimos llevados por dos acólitos revestidos y aquélla por el sacristán, y detrás los niños y las niñas, en dos hileras y acompañados por el maestro y la maestra respectivamente; seguían, escalonadamente, las imágenes que salieron, algunas de ellas precedidas del estandarte correspondiente, portadas y acompañadas por sus devotos, hombres y mujeres; por delante de la custodia, que llevaba el párroco bajo palio sostenido por seis hombres mayores, uno a cada vara, iban los niños de "primera comunión", ataviados con sus trajes de dicha ceremonia, tirando pétalos de rosas; a uno y otro lado un nutrido y compacto grupo de mujeres y, cerrando la comitiva las autoridades y los organizadores de las fiestas con la orquesta, inmediatamente detrás, interpretando piezas religiosas alternando con cánticos del coro de las mozas.
Terminado el acto religioso, un grupo de mozos, muchos chavales, los responsables de organización y las autoridades, a los sones de la música, acompañaron a los sacerdotes hasta la casa rectoral, donde se despidieron todos.
Los chavales nos fuimos a la Plaza de la Quintana y, los mozos, con sus invitados, a los bares a tomar el vermouth.
Mañana completaré el comentario, pues no me permiten ponerlo todo de una vez.
Un cordial saludo para todos.
Un paisano de Sabino Ordás.