¡Hola a todos! ¡Hola, "desde el Balsero"!
Continúo con la semblanza del "Día del Corpus" de 1.951:
Los chavales nos fuimos a la Plaza de la Quintana y, los mozos con sus invitados, a los bares a tomar el vermouth.
Cuando vi a la abuela y al "criau" llevando una caldera, de las antiguas de cobre, y una hogaza de pan de tres kilos para los pobres a la "casa del pueblo", me acerqué y entré con ellos.
Allí había mucha gente: pobres, preferentemente de las localidades vecinas y de los que mendigan diariamente por los pueblos y algunos de aquí; también estaban los hombres que se habían casado últimamente, desde el "Corpus" del año pasado, pues -según la costumbre- ellos son los responsables de repartir en este día la comida a los pobres; y las autoridades locales haciendo de recepcionistas.
La caldera de la abuela -yo vi cómo la preparaba y lo que echaba en ella al hacerlo- contenía los ingredientes de un cocido muy variado (garbanzos, titos, habas, trozos de carne de vacuno, chorizos troceados, algunas patatas, trozos de tocino, pata, morro, oreja y rabo de gocho...) y era muy abundante. Otras familias ya habían llevado vino, mas hogazas de pan, tortillas y otros guisos; incluso vi un mazapán (en Ardón llamamos "mazapán" al bizcocho casero) y una bandeja con bollos, también caseros.
Ya en casa, a la hora de comer, al no caber todos en el comedor, a los niños nos pusieron en la cocina. La comida fue extraordinaria, abundante y muy buena: aperitivos y vino especial, como entrantes, el menú tradicional, en casa, del "Día del Corpus" -consistente en paella, ternera asada, besugo de Laredo guisado y ensalada de lechuga de la huerta de Patro- todo ello regado con vino de "prieto picudo", reservado de la última cuba envasada, ya que fue la que mejor vino hizo el año pasado, y para terminar sirvieron café, dulces hechos en casa -mazapán, bollos de manteca, roscas de Castilla, magdalenas (llamadas también "mariquitas", son las de molde redondo) mantecadas (las de molde cuadrado) y vaivenes- licores -anís, coñac, tostadillo viejo y licor de café, éstos dos últimos elaborados en casa- y finalmente, para los fumadores, hubo puro habano.
Estando de sobremesa, degustando las delicias reseñadas, sonó un bombazo, anuncio del comienzo da los actos programados para por la tarde y salimos todos, el tío con alguna prisa, hacia la Ermita para presenciar el "tiro al plato"; al final, el tío quedó en tercer lugar, pero no le dieron trofeo, pues este año solo ha habido dos copas; a pesar de ello él estaba muy contento, ya que los cazadores del pueblo nunca habían llegado tan lejos: siempre ganaban los de la "Armería Eibarresa" de León. Aproveché para pedirle la propina y me dio dos pesetas, que gasté a lo largo de la tarde y durante el tiempo del baile de antes de cenar.
El baile se celebró en la pradera de la Palera, entre el plantío y el río, donde ya habían instalado sus puestos de feria Miguelín, el de Benazolve, y Basilio, "Botas", uno a cada lado del templete preparado para los músicos. Alrededor de ellos se agolpaba la gente que no paseaba, charlando y tomando algo, cuando comenzó la música a sonar y se organizo el baile.
Compré "restralletes" y "petardos". Los restralletes los raspaba en una piedra y se los tiraba a las chicas, que salían corriendo y chillando al mismo tiempo; con los petardos armamos una guerra los chavales, tirándonoslos unos a otros al suelo para que explotaran junto a los pies, al tiempo que corríamos alrededor o por entre los que bailaban. Cuando terminé el dinero, me acerqué al padre, que estaba en el puesto de Miguelín charlando y covidándose con unos amigos, y me compró una gaseosa naranja y cacahuetes.
Cuando paró la música nos fuimos a cenar. La cena fue igual que la comida, salvo el menú propiamente dicho que fue más ligero -sopa de pescado con huevos y merluza rebozada a la romana- aunque algunos lo ampliaron comiendo también ternera asada.
A mis hemanos les llevaron a la cama en cuanto cenaron; los mayores más jovenes continuaron la fiesta en la verbena; yo me dormí en el escaño.
Disculpad que haya sido tan extenso, respecto a un día, y no comente nada de la vìspera -hoguera en la Plaza del Caño, por ejemplo- ni del "Día Corpicos", éste con tántos o más actos que el día descrito. Si consideráis que podría ser interesante hacer semblanza de ellos, no dudéis en comentarmelo.
Un cordial saludo para todos.
Un paisano de Sabino Ordás.
Continúo con la semblanza del "Día del Corpus" de 1.951:
Los chavales nos fuimos a la Plaza de la Quintana y, los mozos con sus invitados, a los bares a tomar el vermouth.
Cuando vi a la abuela y al "criau" llevando una caldera, de las antiguas de cobre, y una hogaza de pan de tres kilos para los pobres a la "casa del pueblo", me acerqué y entré con ellos.
Allí había mucha gente: pobres, preferentemente de las localidades vecinas y de los que mendigan diariamente por los pueblos y algunos de aquí; también estaban los hombres que se habían casado últimamente, desde el "Corpus" del año pasado, pues -según la costumbre- ellos son los responsables de repartir en este día la comida a los pobres; y las autoridades locales haciendo de recepcionistas.
La caldera de la abuela -yo vi cómo la preparaba y lo que echaba en ella al hacerlo- contenía los ingredientes de un cocido muy variado (garbanzos, titos, habas, trozos de carne de vacuno, chorizos troceados, algunas patatas, trozos de tocino, pata, morro, oreja y rabo de gocho...) y era muy abundante. Otras familias ya habían llevado vino, mas hogazas de pan, tortillas y otros guisos; incluso vi un mazapán (en Ardón llamamos "mazapán" al bizcocho casero) y una bandeja con bollos, también caseros.
Ya en casa, a la hora de comer, al no caber todos en el comedor, a los niños nos pusieron en la cocina. La comida fue extraordinaria, abundante y muy buena: aperitivos y vino especial, como entrantes, el menú tradicional, en casa, del "Día del Corpus" -consistente en paella, ternera asada, besugo de Laredo guisado y ensalada de lechuga de la huerta de Patro- todo ello regado con vino de "prieto picudo", reservado de la última cuba envasada, ya que fue la que mejor vino hizo el año pasado, y para terminar sirvieron café, dulces hechos en casa -mazapán, bollos de manteca, roscas de Castilla, magdalenas (llamadas también "mariquitas", son las de molde redondo) mantecadas (las de molde cuadrado) y vaivenes- licores -anís, coñac, tostadillo viejo y licor de café, éstos dos últimos elaborados en casa- y finalmente, para los fumadores, hubo puro habano.
Estando de sobremesa, degustando las delicias reseñadas, sonó un bombazo, anuncio del comienzo da los actos programados para por la tarde y salimos todos, el tío con alguna prisa, hacia la Ermita para presenciar el "tiro al plato"; al final, el tío quedó en tercer lugar, pero no le dieron trofeo, pues este año solo ha habido dos copas; a pesar de ello él estaba muy contento, ya que los cazadores del pueblo nunca habían llegado tan lejos: siempre ganaban los de la "Armería Eibarresa" de León. Aproveché para pedirle la propina y me dio dos pesetas, que gasté a lo largo de la tarde y durante el tiempo del baile de antes de cenar.
El baile se celebró en la pradera de la Palera, entre el plantío y el río, donde ya habían instalado sus puestos de feria Miguelín, el de Benazolve, y Basilio, "Botas", uno a cada lado del templete preparado para los músicos. Alrededor de ellos se agolpaba la gente que no paseaba, charlando y tomando algo, cuando comenzó la música a sonar y se organizo el baile.
Compré "restralletes" y "petardos". Los restralletes los raspaba en una piedra y se los tiraba a las chicas, que salían corriendo y chillando al mismo tiempo; con los petardos armamos una guerra los chavales, tirándonoslos unos a otros al suelo para que explotaran junto a los pies, al tiempo que corríamos alrededor o por entre los que bailaban. Cuando terminé el dinero, me acerqué al padre, que estaba en el puesto de Miguelín charlando y covidándose con unos amigos, y me compró una gaseosa naranja y cacahuetes.
Cuando paró la música nos fuimos a cenar. La cena fue igual que la comida, salvo el menú propiamente dicho que fue más ligero -sopa de pescado con huevos y merluza rebozada a la romana- aunque algunos lo ampliaron comiendo también ternera asada.
A mis hemanos les llevaron a la cama en cuanto cenaron; los mayores más jovenes continuaron la fiesta en la verbena; yo me dormí en el escaño.
Disculpad que haya sido tan extenso, respecto a un día, y no comente nada de la vìspera -hoguera en la Plaza del Caño, por ejemplo- ni del "Día Corpicos", éste con tántos o más actos que el día descrito. Si consideráis que podría ser interesante hacer semblanza de ellos, no dudéis en comentarmelo.
Un cordial saludo para todos.
Un paisano de Sabino Ordás.