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ARDON: ¡Hola, a todos!...

¡Hola, a todos!
Como ampliación a lo yá expuesto sobre el "Charco Nando", traslado hoy la descripción que hace años anoté, como semblanza del mismo, haciéndolo tal y cómo lo recordaba de mi niñez y primera juventud.
En primer lugar decir que, sin la menor duda, de los charcos del Reguero era el más frecuentado por la chavalería del pueblo y en el que se iniciaban la mayoría de los niños en las artes de la pesca a caña en el caso de los peces (marmajuelas, gobernantes, escallos..., ocasionalmente un barbo) y con "rateles", en los que además de cangrejos, alicuando sacabamos una culebra con el cebo a medio tragar, la cual era inmediatamente apaleada y muerta con la horqueta, para -a renglón seguido- utilizarla como cebo, un cebo excelente por cierto.
El charco, en sí mismo considerado, era de mediano tamaño, bastante hondo en dos tercios de su cavidad, con un revadillo relativamente alto en su margen izquierda, resultante del corte de un ribazo colindante, empraderado y siempre verde, con su plano superficial inclinado que descendía a morir a la altura del rebosadero del charco al mismo nivel que éste; por la otra parte y desde la pequeña cascada que hacía el reguero al entrar en él había un tupido carrizal, como de un metro y medio de ancho y de unos seis metros de longitud, todo él adentrado en el agua; al lado de éste y por la parte de fuera un macizo de plantas aromáticas, concretamente hortelana, de similares dimensiones, quizá un poco más estrecho, y desde éste continuaba la ribera derecha por un plano ascendente, también completamente empraderada, hasta el sendero que desde el pontón va para la Sierna paralelo a la pared del cercado de Segundo Cabreros.
Desde mi punto de vista, el charco, reunía las características más idóneas para la proliferación de cangrejos y peces.
Por la parte de abajo, por donde desaguaba, discurría el sendero que recorría las riberas del Reguero entre el Puente Piedra y el Puente Hierro; en ese punto del rebosadero el cauce se estrechaba y la profundidad era mínima, lo cual permitía cruzarlo fácilmente, dando un salto los más jóvenes o pisando sobre las piedras, colocadas a propósito para tal fin, los menos saltarines.
El nombre le viene dado por su situación, colindante con una huerta-ponjal, cuyo propietario era Antero Rey, el cual a su vez tenía un hijo llamado "Nando".
Me gustaría que alguien comentara o ampliara la información que trasmito. ¿Os animáis?
Un cordial saludo para todos.
Un paisano de Sabino Ordás.