¡Hola a todos!
A propósito de esta foto del facistol del coro de la iglesia de Santa María, que nos traslada a los años 1775-76, pues se compró entre el San Juan del primero y el San Juan del segundo de los años citados (Lib. Fábr. Fol. 8 vto.) y se colocó donde aún continúa, aprovecho para trasladar al foro algunos datos y costumbres de aquellos años.
Es de destacar que en aquel tiempo, último cuarto del siglo XVIII, las iglesias del pueblo, la que aún queda y la desaparecida de San Miguel, disponían de bienes y beneficios propios, los cuales eran administrados durante un año (de San Juan de junio de un año a San Juan de junio del año siguiente) por un mayordomo, un vecino del pueblo, al que se le tomaban cuentas unos meses después de dejar el cargo; se las rendía al teniente de arcipreste de la zona, con presencia de los dos curas de las parroquias del pueblo, de los dos alcaldes en ejercicio en el año correspondiente (éstos eran elegidos anualmente también) el mayordomo en ejercicio en el momento de tomar las cuentas al anterior y algunos testigos, no sabemos si acudían por voluntad propia o si eran citados al efecto.
Los ingresos procedían del rédito de diversos censos (las iglesias de Ardón tenían cinco o seis, según los años, de diversa cuantía) de las rentas de sus propiedades, las cuales se daban en arriendo y eran viñas y tierras situadas en Villalobar, Benazolve y Ardón; en nuestro pueblo tenían varios quiñones de labrantío en algunos pagos del campo, concretamente se citan los siguientes: Esturninas, Arbanzal, Achacuervos, Silvar, Picones, Carrofresno, Estepa, Carrovillamañán, Carrocembranos, Canal de Corderos, Carrolaszarzas, Corona y Janillo.
Otros ingresos provenían del cobro de las sepulturas, así como de las primicias del año correspondiente y, en la última década, de la venta del centeno recogido. Las cantidades recaudadas oscilaron entre los 763 reales y 30 maravedís vellón del año 1782 y los 3110 reales y 29 maravedís vellón del año 1798.
Los gastos habituales se centraban en la compra de aceite, cera, incienso y ramos; en el pago del subsidio, de hacer y deshacer el monumento, del lavado de la ropa de las iglesias y de los derechos del tomador de las cuenta (teniente de arcipreste) y de los curas, alcaldes y mayordomo por su asistencia al acto de tomarlas. Había otros gastos ocasionales, según los años y a tenor de las mejoras que se quisieran hacer o de los desperfectos que hubiera que subsanar, como el arreglo de campanas, retejado de las iglesias (casi todos los años); concretamente el año en que se compró el facistol de la foto se hicieron obras de cierta importancia en la iglesia de Santa María y se retejó la de San Miguel gastándose 621 reales y 14 maravedís vellón, prácticamente la mitad de lo gastado en ese año, en el que también se compró un paño para el púlpito de la iglesia de Santa María y se arregló la cruz del pendón.
A pesar de todo, en el año 1785-86, dada la pobreza de las iglesias y que los gastos fueron superiores a los ingresos, el párroco de Santa María -D. Lupercio González- aunque no asistió al acto de la toma de cuentas, pues mandó en su lugar al vicario de dicha iglesia, su sobrino D. Miguel González, donó de limosna 60 reales y los alcaldes, los curas y el mayordomo no cobraron sus derechos de asistencia ni la lavandera de las ropas de las iglesias las soldadas de su trabajo.
Otros datos a considerar, como curiosidad, podrían ser el que los párrocos delegaban en sus vicarios algunas actuaciones, entre otras asistir a la toma de cuentas a los mayordomos; el que la mitad de los alcaldes y mayordomos no sabían leer ni escribir, lo cual no les condicionaba en el desempeño de sus funciones; el que aparecen nombres de pagos del campo, hoy completamente olvidados, como Arbanzal, Silvar, Picones, Carrovillamañán...; que se reflejan cuatro santas visitas del señor Obispo a las parroquias en los años 1778, 1785, 1790 y 1796, de las cuales quizá hablaremos en una próxima ocasión.
Un cordial saludo para todos.
Un paisano de Sabino Ordás.
A propósito de esta foto del facistol del coro de la iglesia de Santa María, que nos traslada a los años 1775-76, pues se compró entre el San Juan del primero y el San Juan del segundo de los años citados (Lib. Fábr. Fol. 8 vto.) y se colocó donde aún continúa, aprovecho para trasladar al foro algunos datos y costumbres de aquellos años.
Es de destacar que en aquel tiempo, último cuarto del siglo XVIII, las iglesias del pueblo, la que aún queda y la desaparecida de San Miguel, disponían de bienes y beneficios propios, los cuales eran administrados durante un año (de San Juan de junio de un año a San Juan de junio del año siguiente) por un mayordomo, un vecino del pueblo, al que se le tomaban cuentas unos meses después de dejar el cargo; se las rendía al teniente de arcipreste de la zona, con presencia de los dos curas de las parroquias del pueblo, de los dos alcaldes en ejercicio en el año correspondiente (éstos eran elegidos anualmente también) el mayordomo en ejercicio en el momento de tomar las cuentas al anterior y algunos testigos, no sabemos si acudían por voluntad propia o si eran citados al efecto.
Los ingresos procedían del rédito de diversos censos (las iglesias de Ardón tenían cinco o seis, según los años, de diversa cuantía) de las rentas de sus propiedades, las cuales se daban en arriendo y eran viñas y tierras situadas en Villalobar, Benazolve y Ardón; en nuestro pueblo tenían varios quiñones de labrantío en algunos pagos del campo, concretamente se citan los siguientes: Esturninas, Arbanzal, Achacuervos, Silvar, Picones, Carrofresno, Estepa, Carrovillamañán, Carrocembranos, Canal de Corderos, Carrolaszarzas, Corona y Janillo.
Otros ingresos provenían del cobro de las sepulturas, así como de las primicias del año correspondiente y, en la última década, de la venta del centeno recogido. Las cantidades recaudadas oscilaron entre los 763 reales y 30 maravedís vellón del año 1782 y los 3110 reales y 29 maravedís vellón del año 1798.
Los gastos habituales se centraban en la compra de aceite, cera, incienso y ramos; en el pago del subsidio, de hacer y deshacer el monumento, del lavado de la ropa de las iglesias y de los derechos del tomador de las cuenta (teniente de arcipreste) y de los curas, alcaldes y mayordomo por su asistencia al acto de tomarlas. Había otros gastos ocasionales, según los años y a tenor de las mejoras que se quisieran hacer o de los desperfectos que hubiera que subsanar, como el arreglo de campanas, retejado de las iglesias (casi todos los años); concretamente el año en que se compró el facistol de la foto se hicieron obras de cierta importancia en la iglesia de Santa María y se retejó la de San Miguel gastándose 621 reales y 14 maravedís vellón, prácticamente la mitad de lo gastado en ese año, en el que también se compró un paño para el púlpito de la iglesia de Santa María y se arregló la cruz del pendón.
A pesar de todo, en el año 1785-86, dada la pobreza de las iglesias y que los gastos fueron superiores a los ingresos, el párroco de Santa María -D. Lupercio González- aunque no asistió al acto de la toma de cuentas, pues mandó en su lugar al vicario de dicha iglesia, su sobrino D. Miguel González, donó de limosna 60 reales y los alcaldes, los curas y el mayordomo no cobraron sus derechos de asistencia ni la lavandera de las ropas de las iglesias las soldadas de su trabajo.
Otros datos a considerar, como curiosidad, podrían ser el que los párrocos delegaban en sus vicarios algunas actuaciones, entre otras asistir a la toma de cuentas a los mayordomos; el que la mitad de los alcaldes y mayordomos no sabían leer ni escribir, lo cual no les condicionaba en el desempeño de sus funciones; el que aparecen nombres de pagos del campo, hoy completamente olvidados, como Arbanzal, Silvar, Picones, Carrovillamañán...; que se reflejan cuatro santas visitas del señor Obispo a las parroquias en los años 1778, 1785, 1790 y 1796, de las cuales quizá hablaremos en una próxima ocasión.
Un cordial saludo para todos.
Un paisano de Sabino Ordás.
¡Hola, a todos!
Dado que estamos próximos a la Navidad, creo que es el momento de trasladaros una noticia que hace referencia a una costumbre navideña practicada en nuestro pueblo durante el siglo XVIII, que la transmisión oral no nos trasladó, al menos yo nunca tuve noticia de la misma.
Patronato de San Esteban.- En las cuentas que se le toman a Matías Rey, mayordomo de la fábrica de las iglesias de Ardón, en el año comprendido entre el 1º de mayo de 1791 y el mismo día del año siguiente 1792, aparece un nuevo cargo (ingreso a justificar su gasto por el mayordomo) intitulado "Patronato de San Esteban".
Se hace constancia de que dicho cargo está regulado para dicho año por un valor de 320 reales, cantidad que daban los señores curas anualmente, no sabemos desde cuándo, al concejo del pueblo el día de Navidad. También se hace constar la protesta de dicho concejo a S. I. (el obispo de León), protesta que no es atendida por el momento. Al año siguiente se repite el cargo por el mismo valor y en los tres años sucesivos se regulan 300 reales por año, aunque aún no se ha resuelto el pleito establecido.
En el año comprendido entre el 1º de mayo de 1796 y otro tal de 1797, se reúnen los señores curas y los señores alcaldes con la asistencia de peritos y toman el acuerdo de que, por dicho año, el valor de la cantidad aportada fuera de 260 reales.
En las cuentas de la mayordomía del año siguiente --mayo de 1797 a mayo de 1798-- se vuelve a regular la cantidad en 300 reales y se aclara que este cargo se agregó a las iglesias por S. I. en la "santa visita" que realizó a las mismas en el año de 1790. En la reseña de aquella visita se hace constar: -"Enterado S. I. de la escasa renta de esta fábrica (iglesias del pueblo) mandó se aplique a ella el aniversario de capellanías y vino y demás que por patronato contribuyen los curas la tarde del día de San Esteban, dado que el concejo, como patrono, debe contribuir a los gastos extraordinarios de ella y, si no lo hace así, lo hará dando las primicias en especie como se hace en toda la diócesis..."-. También se aclara en las cuentas de este año que la aportación que hacían los señores curas al concejo se reducía a doce cántaras de vino, doce heminas de castañas, cuatro arrobas de manzanas y media arroba de turrón y que, los mismos, lo daban a la puerta de las iglesias y en sus respectivas casas el día de Navidad, como ya hemos dicho más arriba.
Esta cantidad últimamente regulada de 300 reales anuales, que pagan los señores curas por iguales partes, se mantiene en la misma cuantía hasta el año de 1807 - 1808 inclusive.
En los cinco años siguientes la aportación se reduce a 267 reales, pues se rebaja la novena parte de la contribución del patronato en cumplimiento de una real orden, que establece que dicha porción debe dedicarse y otorgarse a S. M.
En el periodo de los años 1813-1814 no se hace aportación, al menos no se refleja en las cuentas; sí la vuelven a hacer en el periodo siguiente y con la misma cantidad: 267 reales. Vuelve a subir la aportación a 300 reales en la mayordomía del periodo entre el 1º de mayo de 1815 y otro tal de 1816, no aportándola al año siguiente, último del que tengo datos.
Como siempre la pregunta: ¿Creéis que pueda tener alguna relación esta costumbre que practicaron los curas de las iglesias de Ardón hasta que S. I. dio instrucciones en otro sentido con los aguinaldos que se dan por estas fiestas?
¡F E L I Z N A V I D A D!
Un cordial saludo para todos.
Un paisano de Sabino Ordás.
Dado que estamos próximos a la Navidad, creo que es el momento de trasladaros una noticia que hace referencia a una costumbre navideña practicada en nuestro pueblo durante el siglo XVIII, que la transmisión oral no nos trasladó, al menos yo nunca tuve noticia de la misma.
Patronato de San Esteban.- En las cuentas que se le toman a Matías Rey, mayordomo de la fábrica de las iglesias de Ardón, en el año comprendido entre el 1º de mayo de 1791 y el mismo día del año siguiente 1792, aparece un nuevo cargo (ingreso a justificar su gasto por el mayordomo) intitulado "Patronato de San Esteban".
Se hace constancia de que dicho cargo está regulado para dicho año por un valor de 320 reales, cantidad que daban los señores curas anualmente, no sabemos desde cuándo, al concejo del pueblo el día de Navidad. También se hace constar la protesta de dicho concejo a S. I. (el obispo de León), protesta que no es atendida por el momento. Al año siguiente se repite el cargo por el mismo valor y en los tres años sucesivos se regulan 300 reales por año, aunque aún no se ha resuelto el pleito establecido.
En el año comprendido entre el 1º de mayo de 1796 y otro tal de 1797, se reúnen los señores curas y los señores alcaldes con la asistencia de peritos y toman el acuerdo de que, por dicho año, el valor de la cantidad aportada fuera de 260 reales.
En las cuentas de la mayordomía del año siguiente --mayo de 1797 a mayo de 1798-- se vuelve a regular la cantidad en 300 reales y se aclara que este cargo se agregó a las iglesias por S. I. en la "santa visita" que realizó a las mismas en el año de 1790. En la reseña de aquella visita se hace constar: -"Enterado S. I. de la escasa renta de esta fábrica (iglesias del pueblo) mandó se aplique a ella el aniversario de capellanías y vino y demás que por patronato contribuyen los curas la tarde del día de San Esteban, dado que el concejo, como patrono, debe contribuir a los gastos extraordinarios de ella y, si no lo hace así, lo hará dando las primicias en especie como se hace en toda la diócesis..."-. También se aclara en las cuentas de este año que la aportación que hacían los señores curas al concejo se reducía a doce cántaras de vino, doce heminas de castañas, cuatro arrobas de manzanas y media arroba de turrón y que, los mismos, lo daban a la puerta de las iglesias y en sus respectivas casas el día de Navidad, como ya hemos dicho más arriba.
Esta cantidad últimamente regulada de 300 reales anuales, que pagan los señores curas por iguales partes, se mantiene en la misma cuantía hasta el año de 1807 - 1808 inclusive.
En los cinco años siguientes la aportación se reduce a 267 reales, pues se rebaja la novena parte de la contribución del patronato en cumplimiento de una real orden, que establece que dicha porción debe dedicarse y otorgarse a S. M.
En el periodo de los años 1813-1814 no se hace aportación, al menos no se refleja en las cuentas; sí la vuelven a hacer en el periodo siguiente y con la misma cantidad: 267 reales. Vuelve a subir la aportación a 300 reales en la mayordomía del periodo entre el 1º de mayo de 1815 y otro tal de 1816, no aportándola al año siguiente, último del que tengo datos.
Como siempre la pregunta: ¿Creéis que pueda tener alguna relación esta costumbre que practicaron los curas de las iglesias de Ardón hasta que S. I. dio instrucciones en otro sentido con los aguinaldos que se dan por estas fiestas?
¡F E L I Z N A V I D A D!
Un cordial saludo para todos.
Un paisano de Sabino Ordás.
¡Hola, a todos!
Sigo contando algunas cosas de las que sucedían en nuestro pueblo hace dos o tres siglos: hoy preferentemente sobre el cementerio y su uso.
En las cuentas del año comprendido entre el 1º de mayo de 1804 y otro tal de 1805, referentes a la fábrica de las iglesias de Ardón, hay varias connotaciones dignas de resaltar: En primer lugar que el mayordomo en ejercicio en ese año, Miguel García, murió antes de concluir su mayordomía y tuvieron que seguir ejerciéndola y, una vez concluida, presentar cuentas sus herederos, D. Manuel Ordás y Felipe García.
En segundo lugar que, por no haber concurrido el arcipreste del partido de Vega y Páramo a tomar las cuentas de la citada fábrica en el tiempo estipulado "que es hasta el veinte y cuatro de junio", tuvieron que tomarlas los curas infrascritos: el de la iglesia de San Miguel y el de la de Santa María. Esto ocurrió un par de veces más por la misma razón y en otra ocasión por estar vacante la vicaría del partido por fallecimiento del titular.
En tercer lugar que el cobro de obligaciones se llevaba hasta las últimas consecuencias, como lo demuestra el hecho de que se pagaron 28 reales por un despacho para el embargo y cobranza de una deuda a favor de esta fábrica.
Finalmente en cuarto lugar que aparece una "data" -un pago hecho por el mayordomo- de 30 reales, "importe de lo que esta fábrica (iglesias del pueblo) contribuyó para la construcción del cementerio."
El año siguiente, el 1806, en 19 de mayo el Ilmo. Sr. D. Pedro Luis Blanco, obispo de León, en la sana visita general que hizo a las iglesias de Ardón "reconoció las cuentas de la Cofradía de Ánimas y de la de Nª Señora, y teniendo presente sus sobrantes, que de la primera son 491 reales con 14 maravedís y de la segunda 689 reales, y que todas sus cargas están cumplidas, mandó que de estos sobrantes se tomen la mitad de ellos para cubrir el costo que ha tenido el cementerio, procediendo el párroco inmediatamente con las dichas mitades sobrantes a la paga de los obreros que se hayan ocupado de dicha construcción. Da al citado párroco, D. Tirso Álvarez, las facultades necesarias para que proceda a la bendición del cementerio y prohíbe absolutamente y bajo de todo apercibimiento que en lo sucesivo se haga ningún enterramiento en las iglesias parroquiales del pueblo y sí sólo en su citado cementerio, conforme a las novísimas reales órdenes."
En el año de mayordomía de Andrés Rey, el comprendido entre el 1º de mayo de 1810 y otro tal de 1811, se hizo alguna reparación en el cementerio, no podemos concretar en qué consistió, aunque consideramos que sería de poca importancia dado el coste de la misma: 8 reales. Este mismo mayordomo tuvo que reponer una llave del cementerio que costó 8 reales.
Durante la mayordomía de José Martínez, mayo de 1812 a mayo de 1813, en las cuentas que se le toman se concreta otro dato, que en este caso hace referencia al valor de las sepulturas: "Es cargo ciento y diez reales de las sepulturas en el cementerio correspondientes a su año, que se pagan las inmediatas a las paredes de dicho cementerio a tres reales, las que siguen a seis reales, y las restantes hacia el medio, en donde existe la cruz, a nueve reales. Este mayordomo también tuvo que reponer llave parta la puerta del cementerio, la cual en este caso costó 12 reales.
La toma de cuentas a Manuel Pellitero, mayordomo de las iglesias desde 1º de mayo de 1815 hasta otro tal de 1816, aporta un nuevo dato sobre lo que había que pagar por la sepultura en el cementerio, cuando se dice que "es cargo veinte y siete reales de las sepulturas de su año que fueron tres de párvulos a tres reales cada una, y de dos adultos que fueron Antonia de la Fuente y Manuel Alonso, a nueve reales cada una por estar en el medio del santo cementerio."
En las cuentas del año siguiente se vuelve a reflejar con toda concreción el valor de las sepulturas, cuando se dice "es cargo treinta y seis reales de las sepulturas de su año (el de Bernardo Alonso, como mayordomo) que fueron la de Vicente Castillo, nueve reales, lo mismo las de Antonio García y Toribia Torre; la sepultura de Lázaro Rey seis reales y la de un párvulo tres."
Dado que las cantidades cobradas anualmente -durante los cuarenta y tres años computados son prácticamente todas múltiplo de 3 y que los precios de las sepulturas eran 3 - 6 - 9 reales, dependiendo de su ubicación, podemos concluir que los precios no variaron en todo el periodo comprendido entre el San Juan de junio de 1772 y el 1º1 de mayo de 1817.
Así mismo que los niños (párvulos) eran sepultados al lado de la pared, costumbre que aún prevalecía en los años cincuenta del siglo pasado, concretamente al lado de la pared de sol naciente, entrando a la izquierda.
Es de destacar, como anécdotas, que el periodo anual, San Juan de junio de 1776 a San Juan de junio de 1777, solamente murieron tres personas, las tres párvulos, y que en idéntico periodo de los años 1804 y 1805 se pagaron 273 reales de sepulturas lo que -calculando la media, pues no se detalla la cantidad de defunciones en el registro- nos da un elevado número de difuntos, entre 40 y 48.
Finalmente decir que el cura de la iglesia de Santa María D. Lupercio González, fue el último difunto del periodo comprendido entre San Juan de 1792 y San Juan de 1793.
En próxima entrega hablaremos de otro cura que murió entre 1º de mayo de 1807 y otro tal de 1808.
Un cordial saludo para todos.
Un paisano de Sabino Ordás.
Sigo contando algunas cosas de las que sucedían en nuestro pueblo hace dos o tres siglos: hoy preferentemente sobre el cementerio y su uso.
En las cuentas del año comprendido entre el 1º de mayo de 1804 y otro tal de 1805, referentes a la fábrica de las iglesias de Ardón, hay varias connotaciones dignas de resaltar: En primer lugar que el mayordomo en ejercicio en ese año, Miguel García, murió antes de concluir su mayordomía y tuvieron que seguir ejerciéndola y, una vez concluida, presentar cuentas sus herederos, D. Manuel Ordás y Felipe García.
En segundo lugar que, por no haber concurrido el arcipreste del partido de Vega y Páramo a tomar las cuentas de la citada fábrica en el tiempo estipulado "que es hasta el veinte y cuatro de junio", tuvieron que tomarlas los curas infrascritos: el de la iglesia de San Miguel y el de la de Santa María. Esto ocurrió un par de veces más por la misma razón y en otra ocasión por estar vacante la vicaría del partido por fallecimiento del titular.
En tercer lugar que el cobro de obligaciones se llevaba hasta las últimas consecuencias, como lo demuestra el hecho de que se pagaron 28 reales por un despacho para el embargo y cobranza de una deuda a favor de esta fábrica.
Finalmente en cuarto lugar que aparece una "data" -un pago hecho por el mayordomo- de 30 reales, "importe de lo que esta fábrica (iglesias del pueblo) contribuyó para la construcción del cementerio."
El año siguiente, el 1806, en 19 de mayo el Ilmo. Sr. D. Pedro Luis Blanco, obispo de León, en la sana visita general que hizo a las iglesias de Ardón "reconoció las cuentas de la Cofradía de Ánimas y de la de Nª Señora, y teniendo presente sus sobrantes, que de la primera son 491 reales con 14 maravedís y de la segunda 689 reales, y que todas sus cargas están cumplidas, mandó que de estos sobrantes se tomen la mitad de ellos para cubrir el costo que ha tenido el cementerio, procediendo el párroco inmediatamente con las dichas mitades sobrantes a la paga de los obreros que se hayan ocupado de dicha construcción. Da al citado párroco, D. Tirso Álvarez, las facultades necesarias para que proceda a la bendición del cementerio y prohíbe absolutamente y bajo de todo apercibimiento que en lo sucesivo se haga ningún enterramiento en las iglesias parroquiales del pueblo y sí sólo en su citado cementerio, conforme a las novísimas reales órdenes."
En el año de mayordomía de Andrés Rey, el comprendido entre el 1º de mayo de 1810 y otro tal de 1811, se hizo alguna reparación en el cementerio, no podemos concretar en qué consistió, aunque consideramos que sería de poca importancia dado el coste de la misma: 8 reales. Este mismo mayordomo tuvo que reponer una llave del cementerio que costó 8 reales.
Durante la mayordomía de José Martínez, mayo de 1812 a mayo de 1813, en las cuentas que se le toman se concreta otro dato, que en este caso hace referencia al valor de las sepulturas: "Es cargo ciento y diez reales de las sepulturas en el cementerio correspondientes a su año, que se pagan las inmediatas a las paredes de dicho cementerio a tres reales, las que siguen a seis reales, y las restantes hacia el medio, en donde existe la cruz, a nueve reales. Este mayordomo también tuvo que reponer llave parta la puerta del cementerio, la cual en este caso costó 12 reales.
La toma de cuentas a Manuel Pellitero, mayordomo de las iglesias desde 1º de mayo de 1815 hasta otro tal de 1816, aporta un nuevo dato sobre lo que había que pagar por la sepultura en el cementerio, cuando se dice que "es cargo veinte y siete reales de las sepulturas de su año que fueron tres de párvulos a tres reales cada una, y de dos adultos que fueron Antonia de la Fuente y Manuel Alonso, a nueve reales cada una por estar en el medio del santo cementerio."
En las cuentas del año siguiente se vuelve a reflejar con toda concreción el valor de las sepulturas, cuando se dice "es cargo treinta y seis reales de las sepulturas de su año (el de Bernardo Alonso, como mayordomo) que fueron la de Vicente Castillo, nueve reales, lo mismo las de Antonio García y Toribia Torre; la sepultura de Lázaro Rey seis reales y la de un párvulo tres."
Dado que las cantidades cobradas anualmente -durante los cuarenta y tres años computados son prácticamente todas múltiplo de 3 y que los precios de las sepulturas eran 3 - 6 - 9 reales, dependiendo de su ubicación, podemos concluir que los precios no variaron en todo el periodo comprendido entre el San Juan de junio de 1772 y el 1º1 de mayo de 1817.
Así mismo que los niños (párvulos) eran sepultados al lado de la pared, costumbre que aún prevalecía en los años cincuenta del siglo pasado, concretamente al lado de la pared de sol naciente, entrando a la izquierda.
Es de destacar, como anécdotas, que el periodo anual, San Juan de junio de 1776 a San Juan de junio de 1777, solamente murieron tres personas, las tres párvulos, y que en idéntico periodo de los años 1804 y 1805 se pagaron 273 reales de sepulturas lo que -calculando la media, pues no se detalla la cantidad de defunciones en el registro- nos da un elevado número de difuntos, entre 40 y 48.
Finalmente decir que el cura de la iglesia de Santa María D. Lupercio González, fue el último difunto del periodo comprendido entre San Juan de 1792 y San Juan de 1793.
En próxima entrega hablaremos de otro cura que murió entre 1º de mayo de 1807 y otro tal de 1808.
Un cordial saludo para todos.
Un paisano de Sabino Ordás.
¡Hola, a todos!
Seguimos hablando de cosas curiosas de Ardón ocurridas a finales del siglo XVI, concretamente cuando dieron comienzo los libros parroquiales en 1584-85. Hoy trataré de entreteneros hablando del segundo cura que hubo en la iglesia de San Miguel, licenciado D. Juan Gómez.
Fue párroco de dicha iglesia desde 1615, año en que sucedió al anterior licenciado D. Simón de Hebia, hasta el 1633.
En este último año permutaron la titularidad de las parroquias los dos curas del pueblo en las mismas: D. Juan Gómez se fue a la de Nª Señora y D. Diego de Hebia, hasta este momento párroco de la misma, se hizo cargo de la de San Miguel.
Como D. Juan Gómez fue párroco de la de Nª Señora hasta su muerte en el año de 1637, podemos concluir que ejerció su oficio en Ardón durante veintidós años más o menos.
En el año de 1615 trocó unas viñas que tenía en Benamariel, cuya cabida desconozco, por una viña majuelo que poseía el licenciado D. Juan Santos, cura de Villacé, en el término de Santisteban al sitio que llaman "Rodera de las Quintanas", de doce cuartas de cabida y lindante con otra de diez cuartas poco más o menos del dicho D. Juan Gómez, con lo cual éste concentró en una sola parcela veintidós cuartas de viña en una zona muy apta para este tipo de cultivo.
A pesar del cambio realizado, el cura de Villacé, D. Juan Santos, que "en 1625 fundó un vínculo y aniversario con cargas de misas a decir en la iglesia de dicha villa cada un año por el día del Corpus o en su octava y lo situó sobre ciertas heredades de tierra de pan llevar, viñas y casas y otros bienes sitos en los términos de Villacalbiel, Santisteban y Villibañe," incluyó también en dicho vínculo las doce cuartas de viña trocada y las viñas de Benamariel.
Este hecho no fue impedimento ninguno para que el licenciado D. Juan Gómez, cura de San Miguel, y sus descendientes y herederos, tuvo dos hijos legítimos -Simón y Ana Gómez de Hebia-, disfrutaran de la viña completa, "las veintidós cuartas de majuelo, durante más de cincuenta años como suya propia y en vista, ciencia y paciencia del dicho D. Juan Santos antes de que muriese y mucho antes de que promoviera la fundación del vínculo y su donación." (Crt. Ejt.-Fol. 3r) (1)
Para sucederle en el disfrute del vínculo el cura de Villacé "llamó en primer lugar a Simón Gómez de Hebia, su sobrino, y después de sus días a sus descendientes legítimos si los tuviera y en su defecto a Juan Rodríguez, vecino de Villacé, con cláusula privativa de enajenación."
En el año de 1625 también hizo escritura de donación de algunos de sus bienes a favor de dicho su sobrino y en ella incluyó las doce cuartas de viña majuelo trocada y en el testamento dictado en 1629, debajo de cuya disposición murió, declara cargo de su conciencia no eran suyas las dichas doce cuartas de viña sino de Juan Gómez, padre de Ana Gómez y abuelo de Isabel Anguiano Gómez, con quien las había trocado. (Crt. Ejt.-Fol. 3v) (1)
La tan citada viña a finales de 1636 volvió a manos del licenciado D. Juan Gómez, que solamente la disfrutó un año pues murió a finales de 1637, y en 2 de octubre de 1638 pasó a manos de Ana Gómez de Hebia. Su último destino se concretó en el año 1670, después de dos largos juicios entre un escribano de Ardón, marido de la nieta de Juan Gómez, cura motivo de este comentario, y Juan Rodríguez, vecino de Villacé. Quizá algún día os hable de estos pleitos.
Finalmente destacar que D. Juan Gómez, cura de Ardón, y D. Juan Santos, cura de Villacé, tuvieron que tener algún parentesco familiar, dado que los hijos del primero eran sobrinos del segundo. ¿Cuál era ese parentesco? Por ahora lo desconozco.
Por otro lado, ¿estuvo casado D. Juan Gómez con una hermana del licenciado D. Simón de Hebia, cura de San Miguel hasta el año de 1615 y antecesor de aquél, o del propio licenciado D. Diego de Hebia con quien permutó la titularidad de la parroquia? También lo desconozco por ahora.
(1) Carta ejecutoria del pleito de Isidro González.
Un cordial saludo para todos.
Un paisano de Sabino Ordás.
Seguimos hablando de cosas curiosas de Ardón ocurridas a finales del siglo XVI, concretamente cuando dieron comienzo los libros parroquiales en 1584-85. Hoy trataré de entreteneros hablando del segundo cura que hubo en la iglesia de San Miguel, licenciado D. Juan Gómez.
Fue párroco de dicha iglesia desde 1615, año en que sucedió al anterior licenciado D. Simón de Hebia, hasta el 1633.
En este último año permutaron la titularidad de las parroquias los dos curas del pueblo en las mismas: D. Juan Gómez se fue a la de Nª Señora y D. Diego de Hebia, hasta este momento párroco de la misma, se hizo cargo de la de San Miguel.
Como D. Juan Gómez fue párroco de la de Nª Señora hasta su muerte en el año de 1637, podemos concluir que ejerció su oficio en Ardón durante veintidós años más o menos.
En el año de 1615 trocó unas viñas que tenía en Benamariel, cuya cabida desconozco, por una viña majuelo que poseía el licenciado D. Juan Santos, cura de Villacé, en el término de Santisteban al sitio que llaman "Rodera de las Quintanas", de doce cuartas de cabida y lindante con otra de diez cuartas poco más o menos del dicho D. Juan Gómez, con lo cual éste concentró en una sola parcela veintidós cuartas de viña en una zona muy apta para este tipo de cultivo.
A pesar del cambio realizado, el cura de Villacé, D. Juan Santos, que "en 1625 fundó un vínculo y aniversario con cargas de misas a decir en la iglesia de dicha villa cada un año por el día del Corpus o en su octava y lo situó sobre ciertas heredades de tierra de pan llevar, viñas y casas y otros bienes sitos en los términos de Villacalbiel, Santisteban y Villibañe," incluyó también en dicho vínculo las doce cuartas de viña trocada y las viñas de Benamariel.
Este hecho no fue impedimento ninguno para que el licenciado D. Juan Gómez, cura de San Miguel, y sus descendientes y herederos, tuvo dos hijos legítimos -Simón y Ana Gómez de Hebia-, disfrutaran de la viña completa, "las veintidós cuartas de majuelo, durante más de cincuenta años como suya propia y en vista, ciencia y paciencia del dicho D. Juan Santos antes de que muriese y mucho antes de que promoviera la fundación del vínculo y su donación." (Crt. Ejt.-Fol. 3r) (1)
Para sucederle en el disfrute del vínculo el cura de Villacé "llamó en primer lugar a Simón Gómez de Hebia, su sobrino, y después de sus días a sus descendientes legítimos si los tuviera y en su defecto a Juan Rodríguez, vecino de Villacé, con cláusula privativa de enajenación."
En el año de 1625 también hizo escritura de donación de algunos de sus bienes a favor de dicho su sobrino y en ella incluyó las doce cuartas de viña majuelo trocada y en el testamento dictado en 1629, debajo de cuya disposición murió, declara cargo de su conciencia no eran suyas las dichas doce cuartas de viña sino de Juan Gómez, padre de Ana Gómez y abuelo de Isabel Anguiano Gómez, con quien las había trocado. (Crt. Ejt.-Fol. 3v) (1)
La tan citada viña a finales de 1636 volvió a manos del licenciado D. Juan Gómez, que solamente la disfrutó un año pues murió a finales de 1637, y en 2 de octubre de 1638 pasó a manos de Ana Gómez de Hebia. Su último destino se concretó en el año 1670, después de dos largos juicios entre un escribano de Ardón, marido de la nieta de Juan Gómez, cura motivo de este comentario, y Juan Rodríguez, vecino de Villacé. Quizá algún día os hable de estos pleitos.
Finalmente destacar que D. Juan Gómez, cura de Ardón, y D. Juan Santos, cura de Villacé, tuvieron que tener algún parentesco familiar, dado que los hijos del primero eran sobrinos del segundo. ¿Cuál era ese parentesco? Por ahora lo desconozco.
Por otro lado, ¿estuvo casado D. Juan Gómez con una hermana del licenciado D. Simón de Hebia, cura de San Miguel hasta el año de 1615 y antecesor de aquél, o del propio licenciado D. Diego de Hebia con quien permutó la titularidad de la parroquia? También lo desconozco por ahora.
(1) Carta ejecutoria del pleito de Isidro González.
Un cordial saludo para todos.
Un paisano de Sabino Ordás.