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ARDON: ¡Hola, a todos!...

¡Hola a todos!
A propósito de esta foto del facistol del coro de la iglesia de Santa María, que nos traslada a los años 1775-76, pues se compró entre el San Juan del primero y el San Juan del segundo de los años citados (Lib. Fábr. Fol. 8 vto.) y se colocó donde aún continúa, aprovecho para trasladar al foro algunos datos y costumbres de aquellos años.
Es de destacar que en aquel tiempo, último cuarto del siglo XVIII, las iglesias del pueblo, la que aún queda y la desaparecida de San Miguel, disponían de bienes y beneficios propios, los cuales eran administrados durante un año (de San Juan de junio de un año a San Juan de junio del año siguiente) por un mayordomo, un vecino del pueblo, al que se le tomaban cuentas unos meses después de dejar el cargo; se las rendía al teniente de arcipreste de la zona, con presencia de los dos curas de las parroquias del pueblo, de los dos alcaldes en ejercicio en el año correspondiente (éstos eran elegidos anualmente también) el mayordomo en ejercicio en el momento de tomar las cuentas al anterior y algunos testigos, no sabemos si acudían por voluntad propia o si eran citados al efecto.
Los ingresos procedían del rédito de diversos censos (las iglesias de Ardón tenían cinco o seis, según los años, de diversa cuantía) de las rentas de sus propiedades, las cuales se daban en arriendo y eran viñas y tierras situadas en Villalobar, Benazolve y Ardón; en nuestro pueblo tenían varios quiñones de labrantío en algunos pagos del campo, concretamente se citan los siguientes: Esturninas, Arbanzal, Achacuervos, Silvar, Picones, Carrofresno, Estepa, Carrovillamañán, Carrocembranos, Canal de Corderos, Carrolaszarzas, Corona y Janillo.
Otros ingresos provenían del cobro de las sepulturas, así como de las primicias del año correspondiente y, en la última década, de la venta del centeno recogido. Las cantidades recaudadas oscilaron entre los 763 reales y 30 maravedís vellón del año 1782 y los 3110 reales y 29 maravedís vellón del año 1798.
Los gastos habituales se centraban en la compra de aceite, cera, incienso y ramos; en el pago del subsidio, de hacer y deshacer el monumento, del lavado de la ropa de las iglesias y de los derechos del tomador de las cuenta (teniente de arcipreste) y de los curas, alcaldes y mayordomo por su asistencia al acto de tomarlas. Había otros gastos ocasionales, según los años y a tenor de las mejoras que se quisieran hacer o de los desperfectos que hubiera que subsanar, como el arreglo de campanas, retejado de las iglesias (casi todos los años); concretamente el año en que se compró el facistol de la foto se hicieron obras de cierta importancia en la iglesia de Santa María y se retejó la de San Miguel gastándose 621 reales y 14 maravedís vellón, prácticamente la mitad de lo gastado en ese año, en el que también se compró un paño para el púlpito de la iglesia de Santa María y se arregló la cruz del pendón.
A pesar de todo, en el año 1785-86, dada la pobreza de las iglesias y que los gastos fueron superiores a los ingresos, el párroco de Santa María -D. Lupercio González- aunque no asistió al acto de la toma de cuentas, pues mandó en su lugar al vicario de dicha iglesia, su sobrino D. Miguel González, donó de limosna 60 reales y los alcaldes, los curas y el mayordomo no cobraron sus derechos de asistencia ni la lavandera de las ropas de las iglesias las soldadas de su trabajo.
Otros datos a considerar, como curiosidad, podrían ser el que los párrocos delegaban en sus vicarios algunas actuaciones, entre otras asistir a la toma de cuentas a los mayordomos; el que la mitad de los alcaldes y mayordomos no sabían leer ni escribir, lo cual no les condicionaba en el desempeño de sus funciones; el que aparecen nombres de pagos del campo, hoy completamente olvidados, como Arbanzal, Silvar, Picones, Carrovillamañán...; que se reflejan cuatro santas visitas del señor Obispo a las parroquias en los años 1778, 1785, 1790 y 1796, de las cuales quizá hablaremos en una próxima ocasión.
Un cordial saludo para todos.
Un paisano de Sabino Ordás.

¡Hola, a todos!
Dado que estamos próximos a la Navidad, creo que es el momento de trasladaros una noticia que hace referencia a una costumbre navideña practicada en nuestro pueblo durante el siglo XVIII, que la transmisión oral no nos trasladó, al menos yo nunca tuve noticia de la misma.
Patronato de San Esteban.- En las cuentas que se le toman a Matías Rey, mayordomo de la fábrica de las iglesias de Ardón, en el año comprendido entre el 1º de mayo de 1791 y el mismo día del año siguiente 1792, aparece un nuevo cargo (ingreso a justificar su gasto por el mayordomo) intitulado "Patronato de San Esteban".
Se hace constancia de que dicho cargo está regulado para dicho año por un valor de 320 reales, cantidad que daban los señores curas anualmente, no sabemos desde cuándo, al concejo del pueblo el día de Navidad. También se hace constar la protesta de dicho concejo a S. I. (el obispo de León), protesta que no es atendida por el momento. Al año siguiente se repite el cargo por el mismo valor y en los tres años sucesivos se regulan 300 reales por año, aunque aún no se ha resuelto el pleito establecido.
En el año comprendido entre el 1º de mayo de 1796 y otro tal de 1797, se reúnen los señores curas y los señores alcaldes con la asistencia de peritos y toman el acuerdo de que, por dicho año, el valor de la cantidad aportada fuera de 260 reales.
En las cuentas de la mayordomía del año siguiente --mayo de 1797 a mayo de 1798-- se vuelve a regular la cantidad en 300 reales y se aclara que este cargo se agregó a las iglesias por S. I. en la "santa visita" que realizó a las mismas en el año de 1790. En la reseña de aquella visita se hace constar: -"Enterado S. I. de la escasa renta de esta fábrica (iglesias del pueblo) mandó se aplique a ella el aniversario de capellanías y vino y demás que por patronato contribuyen los curas la tarde del día de San Esteban, dado que el concejo, como patrono, debe contribuir a los gastos extraordinarios de ella y, si no lo hace así, lo hará dando las primicias en especie como se hace en toda la diócesis..."-. También se aclara en las cuentas de este año que la aportación que hacían los señores curas al concejo se reducía a doce cántaras de vino, doce heminas de castañas, cuatro arrobas de manzanas y media arroba de turrón y que, los mismos, lo daban a la puerta de las iglesias y en sus respectivas casas el día de Navidad, como ya hemos dicho más arriba.
Esta cantidad últimamente regulada de 300 reales anuales, que pagan los señores curas por iguales partes, se mantiene en la misma cuantía hasta el año de 1807 - 1808 inclusive.
En los cinco años siguientes la aportación se reduce a 267 reales, pues se rebaja la novena parte de la contribución del patronato en cumplimiento de una real orden, que establece que dicha porción debe dedicarse y otorgarse a S. M.
En el periodo de los años 1813-1814 no se hace aportación, al menos no se refleja en las cuentas; sí la vuelven a hacer en el periodo siguiente y con la misma cantidad: 267 reales. Vuelve a subir la aportación a 300 reales en la mayordomía del periodo entre el 1º de mayo de 1815 y otro tal de 1816, no aportándola al año siguiente, último del que tengo datos.
Como siempre la pregunta: ¿Creéis que pueda tener alguna relación esta costumbre que practicaron los curas de las iglesias de Ardón hasta que S. I. dio instrucciones en otro sentido con los aguinaldos que se dan por estas fiestas?
¡F E L I Z N A V I D A D!
Un cordial saludo para todos.
Un paisano de Sabino Ordás.

¡Hola, a todos!
Sigo contando algunas cosas de las que sucedían en nuestro pueblo hace dos o tres siglos: hoy preferentemente sobre el cementerio y su uso.
En las cuentas del año comprendido entre el 1º de mayo de 1804 y otro tal de 1805, referentes a la fábrica de las iglesias de Ardón, hay varias connotaciones dignas de resaltar: En primer lugar que el mayordomo en ejercicio en ese año, Miguel García, murió antes de concluir su mayordomía y tuvieron que seguir ejerciéndola y, una vez concluida, presentar cuentas sus herederos, D. Manuel Ordás y Felipe García.
En segundo lugar que, por no haber concurrido el arcipreste del partido de Vega y Páramo a tomar las cuentas de la citada fábrica en el tiempo estipulado "que es hasta el veinte y cuatro de junio", tuvieron que tomarlas los curas infrascritos: el de la iglesia de San Miguel y el de la de Santa María. Esto ocurrió un par de veces más por la misma razón y en otra ocasión por estar vacante la vicaría del partido por fallecimiento del titular.
En tercer lugar que el cobro de obligaciones se llevaba hasta las últimas consecuencias, como lo demuestra el hecho de que se pagaron 28 reales por un despacho para el embargo y cobranza de una deuda a favor de esta fábrica.
Finalmente en cuarto lugar que aparece una "data" -un pago hecho por el mayordomo- de 30 reales, "importe de lo que esta fábrica (iglesias del pueblo) contribuyó para la construcción del cementerio."
El año siguiente, el 1806, en 19 de mayo el Ilmo. Sr. D. Pedro Luis Blanco, obispo de León, en la sana visita general que hizo a las iglesias de Ardón "reconoció las cuentas de la Cofradía de Ánimas y de la de Nª Señora, y teniendo presente sus sobrantes, que de la primera son 491 reales con 14 maravedís y de la segunda 689 reales, y que todas sus cargas están cumplidas, mandó que de estos sobrantes se tomen la mitad de ellos para cubrir el costo que ha tenido el cementerio, procediendo el párroco inmediatamente con las dichas mitades sobrantes a la paga de los obreros que se hayan ocupado de dicha construcción. Da al citado párroco, D. Tirso Álvarez, las facultades necesarias para que proceda a la bendición del cementerio y prohíbe absolutamente y bajo de todo apercibimiento que en lo sucesivo se haga ningún enterramiento en las iglesias parroquiales del pueblo y sí sólo en su citado cementerio, conforme a las novísimas reales órdenes."
En el año de mayordomía de Andrés Rey, el comprendido entre el 1º de mayo de 1810 y otro tal de 1811, se hizo alguna reparación en el cementerio, no podemos concretar en qué consistió, aunque consideramos que sería de poca importancia dado el coste de la misma: 8 reales. Este mismo mayordomo tuvo que reponer una llave del cementerio que costó 8 reales.
Durante la mayordomía de José Martínez, mayo de 1812 a mayo de 1813, en las cuentas que se le toman se concreta otro dato, que en este caso hace referencia al valor de las sepulturas: "Es cargo ciento y diez reales de las sepulturas en el cementerio correspondientes a su año, que se pagan las inmediatas a las paredes de dicho cementerio a tres reales, las que siguen a seis reales, y las restantes hacia el medio, en donde existe la cruz, a nueve reales. Este mayordomo también tuvo que reponer llave parta la puerta del cementerio, la cual en este caso costó 12 reales.
La toma de cuentas a Manuel Pellitero, mayordomo de las iglesias desde 1º de mayo de 1815 hasta otro tal de 1816, aporta un nuevo dato sobre lo que había que pagar por la sepultura en el cementerio, cuando se dice que "es cargo veinte y siete reales de las sepulturas de su año que fueron tres de párvulos a tres reales cada una, y de dos adultos que fueron Antonia de la Fuente y Manuel Alonso, a nueve reales cada una por estar en el medio del santo cementerio."
En las cuentas del año siguiente se vuelve a reflejar con toda concreción el valor de las sepulturas, cuando se dice "es cargo treinta y seis reales de las sepulturas de su año (el de Bernardo Alonso, como mayordomo) que fueron la de Vicente Castillo, nueve reales, lo mismo las de Antonio García y Toribia Torre; la sepultura de Lázaro Rey seis reales y la de un párvulo tres."
Dado que las cantidades cobradas anualmente -durante los cuarenta y tres años computados son prácticamente todas múltiplo de 3 y que los precios de las sepulturas eran 3 - 6 - 9 reales, dependiendo de su ubicación, podemos concluir que los precios no variaron en todo el periodo comprendido entre el San Juan de junio de 1772 y el 1º1 de mayo de 1817.
Así mismo que los niños (párvulos) eran sepultados al lado de la pared, costumbre que aún prevalecía en los años cincuenta del siglo pasado, concretamente al lado de la pared de sol naciente, entrando a la izquierda.
Es de destacar, como anécdotas, que el periodo anual, San Juan de junio de 1776 a San Juan de junio de 1777, solamente murieron tres personas, las tres párvulos, y que en idéntico periodo de los años 1804 y 1805 se pagaron 273 reales de sepulturas lo que -calculando la media, pues no se detalla la cantidad de defunciones en el registro- nos da un elevado número de difuntos, entre 40 y 48.
Finalmente decir que el cura de la iglesia de Santa María D. Lupercio González, fue el último difunto del periodo comprendido entre San Juan de 1792 y San Juan de 1793.
En próxima entrega hablaremos de otro cura que murió entre 1º de mayo de 1807 y otro tal de 1808.
Un cordial saludo para todos.
Un paisano de Sabino Ordás.

¡Hola a todos!
Siguiendo con las cosas ocurridas en nuestro pueblo en siglos pasados, hoy quiero destacar un hecho curioso, relativo al funcionamiento de las iglesias y feligresía de Ardón, a tenor de lo que consta en los autos-reseña de las santas visitas -desde mi punto de vista "visitas de inspección"- que periódicamente realizaban los obispos a las iglesias de nuestro pueblo. En este sentido se puede concretar que había una sola feligresía para dos iglesias y cierta discrepancia entre los párrocos a la hora de llevar a la práctica los mandatos de los obispos.
A título de ejemplos demostrativos referiré un par de aspectos, dejando el juicio crítico sobre los mismos a vuestra libre interpretación.
En primer lugar decir que el Ilmo. Sr. D. Cayetano Antonio Cuadrillero y Mota, obispo de León, en la visita que realizó el 25 de mayo de 1778 a las iglesias de nuestro pueblo salió al paso de los fraudes que se cometían en el cumplimiento de misas y últimas voluntades (testamentos, aniversarios y capellanías) y prescribió un método seguro, para evitar los atrasos e incumplimientos, consistente en que el cura, en los quince días después de la muerte de cualquier feligrés, anotara en libro separado que compraría al efecto la última disposición del testador, se hiciera cargo y recogiera la limosna de misas a celebrar, reservando para sí, para los sacerdotes que hubiera en el lugar u otro religioso (si hubiera de celebrar en el pueblo) las misas que pudieran decir y reservara las restantes para remitirlas a la colecturía general del palacio de S. I. de cuatro en cuatro meses, para desde la misma distribuirlas a clérigos pobres y comunidades religiosas.
Para los transgresores de este mandato impuso la pena de cincuenta ducados, que se exigirían sin remisión, y para control de su cumplimiento los párrocos pondrían en la sacristía una tabla de los aniversarios y en el libro citado anotación de su cumplimiento; los capellanes presentarían certificado de haberlas celebrado o recibo de persona conocida para contrastar con la copia de la fundación correspondiente, la cual deberá guardarse en el archivo de la iglesia de cumplimiento y, en caso de no cumplir, se secuestrarían y embargarían los frutos, para lo cual S. I. daría comisión en forma y las facultades necesarias.
En la visita siguiente, la del 29 de abril de 1785, tuvo que salir al paso de algunas "inobediencias" en el cumplimiento de las misas y asistencia a conferencias morales y litúrgicas y repitió los mandatos de la visita anterior advirtiendo que en adelante no se tolerarían, pero no se hace constar ningún tipo de sanción.
Finalmente, en la visita del 4 de noviembre de 1790, mandó que las conferencias morales y litúrgicas tengan lugar en Ardón en la forma dictada dado el alto número de clérigos que hay en el pueblo, que las presida D. Tirso Álvarez, cura de San Miguel, y que a ellas asistan los de Valdevimbre, Villalobar y Benazolve.
En la visita de 1796, el 16 de octubre, se fijó preferentemente y muy al por menor en el método como observaban los párrocos, a nivel individual, el cumplimiento de su ministerio: Halló que lo ejercían alternándose por semanas, sin tener separadas y distintas feligresías para cada iglesia, como correspondería con arreglo a lo dispuesto en el sagrado concilio, lo que ya le había causado novedad desde la primera visita que hizo diez y ocho años antes.
Acto seguido revisó las visitas de sus antecesores en un libro antiguo de visitas y cuentas que se hallaba en el archivo de estas iglesias y halló que el Ilmo. Sr. D. Francisco Trujillo, de buena memoria, había mandado hacer la división y demarcación de parroquias y feligreses por casas y barrios. Los párrocos que a la sazón eran, precedidas las diligencias practicadas para ello, hicieron dicha demarcación con el nombre y número de feligreses que correspondían a cada una de las iglesias y la misma fue aprobada en fecha de 17 de diciembre de 1588.
Nadie dio razón de la causa por la cual se hubiera vuelto, dos siglos después, a la reunión y confusión de parroquias y feligreses. Al no saberse el motivo, dados los perjuicios que se seguirían de continuar con semejante confusión y las utilidades que resultarían de discernir y separar las feligresías y parroquias, pues "cada una de las ovejas conocería mejor a su pastor y éste a sus respectivas ovejas y feligreses, a fin de que les pudieran dar el correspondiente pasto espiritual y asistieran a sus necesidades espirituales y temporales, mandó S. I. a mayor servicio de Dios y bien de los vecinos del pueblo que se llevara a cumplido efecto la separación y demarcación hecha por el referido Ilmo. Sr. Trujillo en la misma forma y términos que en ella se contenía" por los señores curas con la justicia y algunos vecinos ancianos y con presencia de la expresada demarcación la formaran de nuevo y la presentaran para su aprobación en el término de dos meses.
En la visita que realizó, en 19 de mayo de 1806 el Ilmo. Sr. D. Pedro Luis Blanco, obispo de León, a las iglesias de Ardón comprueba que no se ha hecho la demarcación de parroquias que se instruyó en el último auto de visitas. El nuevo obispo, en vez de insistir en que se cumpliera el auto citado, consideró que no era necesaria más que una parroquia, por lo que alertó sobre la conveniencia de tratar de formar un plan beneficial.
Hasta aquí la noticia: En Ardón, donde hubo dos iglesias, solamente hubo una feligresía, común para ambas salvo en un corto periodo de tiempo a partir de 1588 en que el obispo de turno ordenó se hiciera demarcación de cada una y relación exacta de feligreses, lo que se llevó a efecto, pero dos siglos después los ancianos del lugar no recuerdan nada de esta circunstancia y, los párrocos que a la sazón son, atienden a los vecinos del pueblo, sus feligreses, alternándose semanalmente en las iglesias respectivas y en un momento en que el número de clérigos era alto.
Espero vuestra opinión.
Un cordial saludo para todos.
Un paisano de Sabino Ordás.

¡Hola, a todos!
En mi empeño de contaros cosas, de las ocurridas en Ardón en siglos pasados, hoy me referiré a aspectos y datos sobre nacimiento de nuevos ardoneses en los siglos XVII y XVIII. He elegido el periodo comprendido entre los años de 1687 y 1753, ambos inclusive: sesenta y siete años en total.
En primer lugar, por el contraste tan acusado con los tiempos actuales en que los nacimientos se distancian bastante entre sí, incluso años, destacar que en el periodo de referencia todos los años nació algún niño/a en nuestro pueblo, que el promedio anual fue de 11´11 nacidos y que en todos esos años el total de nacimientos ascendió a setecientos cuarenta y cinco niños/as.
Es obvio que no todos los años hubo el mismo número de nacimientos, concretándose el abanico entre los nacidos en los años de 1687 y 1688, en los cuales solamente hubo uno en cada año, y los nacidos en 1725 que fueron veinticuatro, este fue el año más prolífico.
En dos ocasiones se produjeron partos dobles, uno de niños y otro de niñas: En el primero nacieron Tomás y Francisco "en un mismo día y una propia hora" el 6 de mayo de 1729, siendo sus padres Pedro Campano y María de la Vega; en el segundo parto doble, que se produjo el 7 de agosto de 1730, nacieron Micaela y Victoria, hijas de Juan Martínez de la Quintana y de María Marbán.
Por otro lado, en dicho periodo de tiempo, también se produjeron en nuestro pueblo dos apariciones de niños abandonados, los dos a las puertas de la iglesia de Santa María: Anastasia en el portal de la iglesia el primero de marzo de 1730 "con un papel que decía primero estaba bautizada y después decía había nacido el día de San Matías y que se llamaba Anastasia" (siguiendo el refranero, "por San Matías marzo al cuarto día", situamos el nacimiento de Anastasia en el día 24 de febrero inmediatamente anterior; el 17 de septiembre de 1745 fue bautizado un niño, recién nacido, " que se llamó Francisco, hijo de padres desconocidos parecido en las puertas de la iglesia de Santa María el día 14 de dicho mes y fue apadrinado por D. Miguel Martínez, capellán de Santa Catalina, y Juana Rey vecinos de Ardón."
En base a los datos que proporciona el estudio sobre las descendencias de dos generaciones de cinco entronques familiares en el periodo indicado concluimos que la media de hijos por matrimonio fue de 6´38, comprendidos en un abanico que iba de dos casos de matrimonios con tres hijos cada uno a otro con once hijos, si bien es verdad que tengo constancia de que al menos cuatro parejas no tuvieron descendencia y que de algunos paisanos que se afincaron en otros pueblos al casarse no tengo todos los datos, necesarios para concluir un resultado más conciso.
También se observa que los matrimonios procuraban distanciar el nacimiento de los hijos al menos un par de años, aunque no siempre lo conseguían.
Los nombres de moda en aquel tiempo, a tenor de las veces que se repiten, fueron: José-Josefa (87 veces), María (83 veces), Ana (74 veces), Francisco-Francisca (67 veces) y Manuel Manuela (62 veces). En el polo opuesto, los que solamente aparecen en una ocasión en el periodo de tiempo indicado, están los siguientes: Casilda, Cayetano, Diego, Dionisio, Ignacio, Juliana, Leonor, Magdalena, Martina, Narciso, Petra, Prudencio, Romualdo, Sabina, Secilla, Teodoro, Tomasa y Úrsula.
Al analizar la información sobre los nombres, dado que un mismo nombre se repite hasta tres veces en alguna ocasión entre hermanos, entendemos que es un dato indicativo de que la mortalidad infantil sería notoria y que existía la costumbre de repetir el nombre del difunto -para recuerdo- en el hermano/a que naciera después; costumbre que aún prevalecía en el siglo pasado en Ardón, caso del nombre "Florentino" en la década de los sesenta, por poner un ejemplo.
Con especial dedicación a los niños/as del pueblo.
Un cordial saludo para todos.
Un paisano de Sabino Ordás.

¡Hola, a todos!
Siguiendo con las curiosidades ocurridas en nuestro pueblo en los siglos XVII y XVIII hoy voy a hablaros sobre un apercibimiento episcopal al cura de San Miguel, D. Francisco Álvarez de la Puerta.
En las visitas pastorales, santas visitas, desde mi punto de vista "visitas de inspección" que realizaban los obispos de León a las iglesias de su diócesis, entre otras cosas visitaban los libros parroquiales, uno de los cuales era el "libro de bautizados".
En 1722 el obispo de turno, a la sazón el Ilmo. Sr. D. Martín Zalayeta, al visitarlo aprobó sus partidas de nacimiento en forma una vez revisadas y, a renglón seguido, "mandó al cura continúe teniendo especial cuidado en no omitir en él las circunstancias de legitimidad de padres, advertencia de parentesco y obligaciones que se adquirían a los padrinos ni otra que sea esencial y que añada el día del nacimiento de las criaturas que bautizare con apercibimiento que por cualquier omisión que en uno u otro tenga será castigado severamente."
En las revisiones de dicho libro en los años 1727 y 1728, los de las dos visitas siguientes, todo estaba en orden en el mismo, lo que no sucedió en la visita de 1737, cuando el nuevo obispo de León, el Ilmo. Sr. D. Francisco José de Lupía y de Roger, "habiendo reconocido sus partidas las halló en buen orden, salvo en la última del folio cuarenta y cinco vuelta en que omitió D. José González, vicario de la de San Miguel, incluir en ella el nombre de la bautizada, por lo que mandó S. I. a los curas presentes y sucesores continúen con el mismo orden que están las demás y, en la que va citada, pongan entre renglones el nombre de dicha bautizada y lo salven abajo para que haga fe; y en adelante añadan en cada una los nombres y vecindades de los abuelos paternos y maternos de los que se bautizan y los de dos o tres testigos que a ello se hallen presentes, advirtiendo así mismo en cada una si la madrina en el acto del bautismo tocó o no a la criatura para evitar las dudas que se puedan ofrecer cerca de la cognación espiritual pena de cuatro ducados para la luminaria de sus iglesias."
En la siguiente visita al libro de bautizados, llevada a cabo el día veintisiete de mayo de 1741 por el mismo obispo que la anterior, "habiendo reconocido sus partidas halló que en algunas se ha omitido expresar los nombres y apellidos de los abuelos de los bautizados y en la primera al folio cincuenta y seis D. Francisco Álvarez dejó en blanco el apellido de la madre del bautizado y en la primera del folio sesenta y uno vuelta omitió D. Manuel Martínez el apellido de uno de los testigos, cuyos defectos son muy notables y además de ello están muchas de dichas fes con varias enmiendas sin salvarlas y en la mayor parte entre renglonaduras que se reconoce haberse puesto posteriormente y de distinta letra, para cubrir los defectos que padecían dichas fes, por todo lo cual debían ser castigados y usando S. I. de benignidad lo suspende por ahora, confiando la enmienda y sólo les apercibe y en especial a D. Francisco que en adelante pena de diez ducados y de dos meses de cárcel no cometa semejantes descuidos ni omisiones teniendo presente los graves inconvenientes que se pueden originar, y dentro del segundo día de como reciba este libro averigüe dichos apellidos los ponga en dichas partidas y para la extensión de las demás observe y guarde, y lo mismo el cura de la parroquial de Santa María, lo prevenido en el último auto de visita bajo de sus penas."
En las visitas que realizó el ya citado obispo de León al libro de bautizados de las parroquias de Ardón en 30 de noviembre de 1745 y en 1º de junio de 1750 lo halló todo en orden y mandó a los curas seguir en la misma línea, omitiendo -la madrina no tocó al bautizado- cuando no lo haga por ser innecesaria dicha expresión."
Dejo a vuestra particular consideración la interpretación de los textos transcriptos a la hora de sacar conclusiones; por mi parte solamente destacar el particular comportamiento del cura de San Miguel, D. Francisco Álvarez, fundador del vínculo de heredades bajo la advocación de San Antonio de Padua, cuyo comportamiento ya resumí en ocasión anterior en tres versos: "Fue una vez un cura rico / (...) / aparentó en lo divino / confinándose en lo humano..."
Información recopilada de los libros parroquiales de bautizados de las iglesias de Ardón en los años de referencia.
Un cordial saludo.
Un paisano de Sabino Ordás