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ARINTERO

Habitantes: 9  Altitud: 1.309 m. 
Hoy amanece en ARINTERO a las 09:49 y anochece a las 18:50
Nº fotos: 6  Nº mensajes: 1 
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Situación:

Está situado al norte de la provincia de León, en la cordillera Cantábrica, a orillas del río Villarías afluente del río Curueño. Se encuentra a 7 kms. por carretera de Lugueros, en la ruta que sube desde el fondo del valle del Curueño pasando por La Braña.

Ayuntamiento:

La pedanía de Arintero pertenece al municipio de Valdelugueros.

Monumentos:

El pueblo se quemó totalmente durante la contienda de la guerra civil, incluida la iglesia. La casa solar más importante, la de doña Juana, se reconstruyó posteriormente.

Fiestas:

25 de Julio, Santiago Apóstol.

Historia:

LA DAMA DE ARINTERO.- Arintero es un pueblecito situado en el norte de la Vecilla, en la montaña leonesa, hoy prácticamente despoblado. Hubo un tiempo en el que los niños correteaban pos sus calles y los mayores trabajaban las tierras y atendían el ganado.
Fue en el último tercio del siglo XV cuando ocurrieron los hechos que a continuación se relatan:
Tras la muerte del rey Enrique IV, en el año 1474, Castilla se quedó sin heredero. Las Cortes habían jurado como reyes a la princesa Isabel y a su esposo, el príncipe Fernando, heredero del trono de Aragón. Pero algunos poderosos señores de la nobleza habían alzado pendones a favor de la infanta doña Juana, la Beltraneja, hija del difunto rey. Aprovechando la discordia, se empezó a tramar una rebelión, dirigida por don Alfonso, rey de Portugal, que quería extender su reino con la unión de Castilla.
Con ese motivo los mensajeros se extendieron por todos los reinos llamando a los vasallos leales a las armas en defensa de los Reyes Católicos. Miles de personas acudieron a esta llamada y se concentraban cerca de Benavente.
Un día llegó al pueblo un heraldo de los recientemente casados Isabel y Fernando, trayendo el mandato real de que cada casa aportara un guerrero para luchar contra el ejército usurpador de Alfonso V, rey de Portugal, y “La Beltraneja”.
Los vecinos de Arintero habían alzado pendones por los Reyes Católicos. Sin embargo, el Señor del lugar, el noble conde García de Arintero que había peleado cien combates junto a Castilla, era ya mayor y no podía acudir a la batalla con sus reyes, y de su matrimonio con doña Leonor sólo habían nacido siete mujeres, por lo que carecían de hijos varones, en consecuencia, era la primera vez en siglos que ningún señor de Arintero acudiría al llamamiento de la Corte.
La angustia del padre conmovía especialmente a una de sus hijas, Juana, la mediana, que no soportaba ver a su padre desesperado por no poder servir a sus legítimos reyes, y concibió la audaz idea de ir ella a la guerra, en defensa del honor y el nombre de su linaje. El padre se negaba, porque era imposible que una mujer luchara, pero a cada objeción de él, ella respondía firmemente y le desbarataba los argumentos.
Tras varios días, el conde García acabó cediendo y dio su consentimiento a su hija. Fueron dos meses de duro trabajo. Juana, la Dama de Arintero, aprendió a dominar su caballo de guerra y a manejar la espada y la lanza. Se habituó al peso de la armadura y al oficio de la guerra. Tras el duro aprendizaje, del débil cuerpo de la dama surgió el noble y hábil Caballero Oliveros, nombre de guerra de Juana.
La Dama de Arintero, convertida ahora en el Caballero Oliveros, cabalgó durante varias jornadas al encuentro del ejército de los Reyes Católicos, y con ellos se reunió a las puertas de Zamora, ciudad que estaba de parte de “La Beltraneja”. En seguida se dirigió a alistarse y rápidamente se adaptó a convivir con hombres y a actuar como ellos.
En febrero de 1475 se inició el cerco de la ciudad rebelde de Zamora y el asalto de las murallas para tomar la ciudad. A punto de terminar la jornada, varios soldados, entre los que estaba el Caballero Oliveros, se apoderaron de una de las puertas principales de la muralla y consiguieron que la ciudad se rindiese.
Tras la victoria se dirigieron hacia Toro, porque allí se había hecho fuerte el último batallón del ejército enemigo. Los encontraron poco antes de llegar a Toro, en Peleagonzalo, y en cuanto formaron filas entraron a la carga. Aquel fue un día de mucho calor, y Juana prescindió de su coraza. Comenzó la batalla y La Dama de Arintero mostró enorme valentía e incluso temeridad. Pero en una violenta lanzada le saltó un botón de la camisa dejando al descubierto sus pechos, y descubriendo su secreto. Varias voces gritaron a la vez: «Hay una mujer en la guerra». El rumor se extendió y llegó a oídos del almirante de Castilla, que lo puso en conocimiento del rey.
Tras el combate, el rey, enterado de la presencia de una mujer en sus filas, la mandó llamar a su tienda. Juana le explicó el porqué de su presencia allí. El rey le dijo que le concedería lo que pidiera; Juana le pidió libertad, pero el rey le dijo que ese derecho ya lo tenía. Entonces Juana dijo: “En ese caso, señor, hay algo que me gustaría pediros. Mi tierra os sirve tan genero-samente que se está quedando sin varones y tiene que enviar a sus mujeres a la guerra, no consintáis que se despueble y libradla de los azotes de la guerra. No os pido que la libréis de los justos tributos de dinero; libradla de los tributos de sangre; haced que todos sus naturales sean hijosdalgo, y ello engrandecerá el reino”. Dicha petición le fue concedida.
Con los privilegios en mano firmados por el rey, la Dama de Arintero se dirigió a su casa. En tres días llegó a La Cándana (a 20 km de Arintero), donde se dispuso a pasar la última noche del viaje en casa de unos parientes. Nada más entrar en el pueblo, reconoce escenas de la vida cotidiana de su comarca y ya se siente entre los suyos. Se dirigió a casa de sus tíos donde pasaría la noche y les enseñó los derechos concedidos por el rey, con lo que todos se alegraron.
Pero en ese momento le comunicaron que unos soldados la buscaban al parecer con malas intenciones. Entregó a su pariente el documento con los privilegios reales rogándole que se lo diese a su padre que él sabría donde guardarlo, ya que ella sabía que los soldados venían a por eso, y se dispuso a luchar contra los rufianes. Juana abrió la puerta, pero a partir de ahí nadie sabe con certeza lo que ocurrió. Hay quien canta su valerosa muerte y no faltan los que dicen que escapó y posteriormente contrajo matrimonio con un noble asturiano.