El obispo Joan Baptista Grau i Vallespinós encargó el proyecto de un nuevo palacio al arquitecto modernista Antoni Gaudí, con quien el obispo mantenía una vieja amistad. Las obras se iniciaron en 1889, pero tras el fallecimiento del obispo en 1893, Gaudí renunció a la dirección de la obra por desavenencias con el Cabildo, cuando todavía faltaban por construir el segundo piso y el ático. Le sucedieron, sin éxito, los arquitectos Francisco Blanch y Pons y Manuel Hernández Álvarez-Reyero, hasta que con Julián de Diego y Alcolea como obispo se nombró como nuevo director del proyecto a Ricardo García Guereta, que concluyó el edificio en 1913.